martes, 28 de diciembre de 2010

La Cabrera (Norte)

Mi espíritu aventurero sumado a la necesidad constante de explorar cosas nuevas, me llevó a encrapicharme con uno de los booms gastronómicos de los últimos tiempos: la carne Kobe. Mucho se ha dicho y escrito sobre este tipo de carne peculiar proveniente de una raza vacuna japonesa denominada Wagyu (para los que quieren saber un poco más sobre las características de estas carnes, les dejo un link con bastante información al respecto: La mejor carne del mundo). Víctima del marketing, me inicié en la búsqueda de los distintos lugares de Bs As en los que se puede degustar cortes de este estilo. Entre todas las alternativas posibles (Conocé la carne más cara y sabrosa y dónde probarla), una me llamó la atención dado que ya había escuchado muchas buenas recomendaciones sobre el lugar y su fama de no conseguir lugar sin reserva previa. Sin más, enfilé hacia La Cabrera.
Sin bien es importante aclarar que el mito de las escasas posibilidades de conseguir mesa sin reserva es cierto, también hay que decir que aplica sólo a La Cabrera a secas y no a su primo hermano, La Cabrera Norte, cuyo local infinitamente más amplio sumado a una cantidad similar de mesas dispuestas estratégicamente y separadas casi por unidades de medida milimétricas entre sí, permiten contar con disponibilidad casi asegurada (de todas formas, yo  fui un 26 de Diciembre al mediodía y el lugar estaba lleno, así que mal no viene pegarse un llamadito antes de salir).
Si hay algo que me llamó la atención de este lugar es el cuidado de los detalles sobre todo aplicados a lo importante, el servicio y la comida en sí (esto no aplica tan linealmente a lo que es el ambiente del lugar, qué no deja de ser una parrilla tradicional adaptada en distintos ambientes, algunos un tanto oscuros). Desde el momento en el que se ingresa al lugar, todos los mozos con los que uno se cruza demuestran una amabilidad consistente con la atención brindada por el mozo que nos atendió, quien, ni bien nos sentamos, ya nos estaba ofreciendo como cortesía un frasco de salsa de tomate saborizada a los cuatro quesos para acompañar carnes (fiel al estilo argento, la guardamos rápidamente a ver si todavía se arrepentía y nos la quería cobrar). Casi al mismo tiempo también nos estaba trayendo una bandejita con dips de cebollas caramelizadas, berenjenas y manteca aclarada como para ir entreteniéndonos mientras leíamos la carta.
Fiel a mis principios, rápidamente recorrí la carta en búsqueda de mi presa. Por suerte para mi ansiedad, rápidamente encontré las opciones Kobe disponibles: colita de cuadril, ojo de bife y bife de lomo. Más que nada por un tema de presupuesto (la colita de cuadril cuesta $81, mientras que las otras dos opciones $159 y $219 respectivamente) y de tamaño (500 g de la colita vs 250 g del ojo de bife y el lomo), opté por la colita de cuadril. Debo reconocer que estuve a punto de claudicar al ver pasar los bifes de chorizo y los lomos de tamaños casi obscenos. Por suerte no lo hice, y gracias a ello pude comprobar muchas de las cualidades atribuidas a esta carne tan peculiar. Sinceramente, el mejor cuadril que he probado en mi vida.
Para mi sorpresa, la experiencia satisfactoria no se circunscribió solo a la carne, sino también al desfile de cazuelitas que a modo de acompañamiento complementan al plato (algunas de las que más me gustaron fueron las espinacas con crema, el puré de calabaza con pasas de uva y el puré de papa con mostaza de Dijón). Como si todo esto no fuera suficiente, más o menos a la mitad de la comida pasó otro mozo con una especie de barra portátil con más cazuelas y ensaladas por si nos quedamos con ganas de algo más.
Mención aparte para la pintoresca carta de vinos (presentada como si fuese un diario, con fotos de algunos de los platos) que presenta buenas botellas a precios en algunos casos no tan lógicos. En mi caso, opté por un Séptima Syrah que me pareció lo más razonable del menú ($ 57). Llama la atención que la marca del agua sea El Cántaro, aunque, con este clima casi hostil, la botella de un litro y cuarto es más que bienvenida.
Por obvias razones decidí seguir de largo con el postre pero no así con el café, sorpresivamente (y cada vez más en distintos lugares) Nespresso. Sin embargo, para los antojadizos de las cosas dulces, como broche de oro apareció el mozo cual pirulinero de Mar del Plata con un porta chupetines de yogurt para coronar con un último detalle una experiencia muy placentera a un costo más que razonable (aproximadamente $130 por cabeza incluyendo el cuadril Kobe y vino).
La Cabrera Norte
Cabrera 5127
Teléfono: (011) 4832-5754

viernes, 24 de diciembre de 2010

Lugares para comer en el exterior

Para la mayoría, fin de año es sinónimo de vacaciones. Y en este período del año en el que solemos agotar lo poco de energías restantes para planificar uno descanso soñado, es muy común que se termine relegando o hasta desestimando un tema no menor (por lo menos para mí): la comida. Este tema se suele volver evidente una vez que nos encontramos en nuestro destino y, promediando la estadía, ya estamos cansado de comer las comidas hipercalóricas típicas (desde hamburguesas en Nueva York hasta bandejas paisas en Bogotá).
Afortunadamente, mi profesión me permitió haber visitado distintos lugares y en cada uno de ellos siempre traté de conocer las distintas opciones gastronómicas que ofrecen. Acá les dejo mis destacados de los distintos lugares en los que estuve (espero que en el futuro pueda seguir extendiendo este post con opciones en nuevos destinos).

Bogotá
En esta ciudad que se encuentra “2006 metros más cerca de las estrellas” (así rezaba el eslogan de una campaña impulsada por el ministerio de turismo para promover la ciudad) existe una oferta gastronómica caracterizada principalmente por grandes franquicias locales (Mc Donald’s no le llega ni a los talones a la versión local denominada El Corral y también se destaca el éxito de Crepes & Waffles). Si bien existe una buen variedad de opciones, las alternativas se encuentran encontradas en unos pocos lugares, entre los que se destacan tres: el Parque de la 93, la zona G y la zona T. En estas últimas dos se encuentran los locales de Harry Sasson (Calle 70 No. 5-57), uno de los principales referentes de la gastronomía colombiana moderna. La mejor opción es hacer un tapeo con diversas entradas (destacados las papas estrelladas y la copa de langostinos). Punto a mejorar los postres (como en la mayoría de los restaurantes colombianos en donde aparentemente existe un culto de adoración por la crema en abundancia). Fuera de estas tres zonas, vale la pena conocer la versión local de Astrid & Gastón (Carrera 7 No. 67-64), infinitamente mejor que la versión nuestra. Por último, una recomendación para la hora del café: no caigan en la obviedad de ir al sobrepublicitado Juan Valdéz y busquen un Diletto que ofrece un café de calidad notablemente superior.

Nueva York
Es casi una obviedad afirmar que uno destinos turísticos por excelencia sin lugar a duda es Nueva York. También es una obviedad el hecho de que para poder achicar el presupuesto terminemos desayunando en Starbucks y cenando en Pizza Hut. Sin embargo, Nueva York ofrece muchas alternativas para no tener que someternos a esta sobredosis de harinas y poder disfrutar de comidas dignas de los mejores lugares de Buenos Aires por una diferencia no tan abultada. Para el desayuno o la merienda, una parada obligada es Magnolia Bakery (mi recomendado es el de Columbus Avenue al 200), panadería inspiradora de la movida hippie chic local. Al mediodía, para los amantes de Palermo, les recomiendo cualquiera de los lugares que encuentren en Greenwich Village. Para la merienda, imperdible Serendipity (225 East 60th Street). En esta mezcla de tienda (al frente del local se pueden comprar desde tazas y chascos hasta libros con las recetas de las delicias que preparan) con restaurant que le dio el nombre a la película del mismo título (y donde también se filmaron muchas escenas) se pueden degustar desde ensaladas y sopas hasta hamburguesas, sándwiches y pastas, todo en porciones de tamaño industrial. Pero sin lugar a duda, lo más destacado son  los postres a base de chocolate y crema casi en su totalidad. Para la hora de la cena, dos lugares bien contrapuestos. El primero es Garage (99 Seventh Avenue South) que ofrece la posibilidad de disfrutar de una rica cena con la banda de jazz tocando en vivo. La segunda opción es para los amantes de los musicales con presupuestos ajustados. Ellen's Stardust Dinner (1650 Broadway) permite saborear una muy aceptable hamburguesa con papas fritas al tiempo que los mozos cantan y bailan entre las mesas.

Toronto
Lamentablemente mi corta estadía en esta ciudad conocida como la versión aburrida de Nueva York no me permitió ahondar en la oferta gastronómica local. Sin embargo, creo que tuve la suerte de cenar en uno de los mejores lugares de la ciudad: 360 Restaurant. Ubicado torre CN, este lugar brinda la posibilidad de vivir la experiencia única de comer a 350 metros de altura, con una vista inigualable de la ciudad. Mi sugerencia es ir a cenar temprano (y por temprano me refiero a no más allá de las 7 PM) y poder disfrutar del atardecer mientras saboreamos las mejores carnes y pescados del lugar. Casi como una obligación, les recomiendo acompañar el postre con una copa de ice wine (vino dulce producida con uvas que se congelan mientras todavía se encuentran en los viñedos). Vale la pena aclarar que para poder disfrutar de esta experiencia tenemos que pensar en un presupuesto de unos USD 150 por persona. Pero bien vale la pena hacer el sacrificio de desayunar por USD 2 diarios en Tim Hortons (la versión local de Starbucks) para poder disfrutar de semejante placer.

¿Qué lugares recomiendan conocer en esto u otros destinos?

viernes, 17 de diciembre de 2010

Mis 5 barras de cabecera

No me pregunten por qué (¿será por el clima más agradable o la seguidilla de reuniones de despedida del año?), pero a esta altura del calendario las ganas de ir a tomar un rico trago a buen bar siempre aparecen. Aprovechándome de este pobre argumento les comparto un compendio de de bares y restaurantes donde vale la pena deleitarse con las especialidades del bartender de ocasión.

Ocho7Ocho
Literalmente escondido (el señor grandote que custodia la puerta es la única sospecha de que detrás de esa puerta hay algo raro) sobre la calle Thames, ya en Villa Crespo, se encuentra este bar que, a mi entender, ofrece una de las mejores barras porteñas. El ambiente rústico (mucho ladrillo a la vista) y hasta lúgubre permite que la enorme barra se destaque, la cual ofrece tragos elaborados con productos de primerísima calidad. Un detalle que demuestra que esta gente sabe del tema es la carta de vinos clasificada además de por cepas, de acuerdo a los aromas. Para paladares exigentes y bolsillos que acompañen.
Thames 878
Teléfono:  (11) 4773-1098

Puerta Uno
En una de las zonas de la ciudad menos pensadas por estilo e idiosincrasia se encuentra la galería cubierta por un toldo negro que conduce a la puerta que a priori no dice nada pero que, después de tocar el timbre y pasar el filtro subjetivísimo del patovica, esconde uno de los lugares mejor ambientados de la ciudad. Regenteado por Robertino Tarantini (el flaco desgarbado del Gran Hermano Famosos), sorprende el buen gusto no sólo de la decoración sino también a la hora de probar las distintas variantes de la carta de tragos, en donde se destacan opciones más tradicionales como creaciones más jugadas como el Manhattan Mercurio (de consistencia similar al elemento químico). Lugar exclusivo que apunta a bolsillos con esa misma característica.
Juramento 1667
Teléfono: (11) 4706-1522

Olsen
Impuesto desde hace 10 años como el restaurante de comida nórdica por excelencia, Olsen no sólo se destaca por su ambientación (desde el jardín con el deck y las mesas bajas hasta el hogar con los sillones alrededor) y su cocina (fueron los impulsores del brunch dominical al estilo europeo), sino también por ofrecer una muy sólida carta de tragos en donde se destacan sus más de 40 opciones de vodkas (incluye una degustación de diversas clases). También se destacan tragos como el Citric Honey o el Dill Martini, como para amenizar la espera en el jardín durante el verano o entrar en calor junto al hogar durante el invierno. Precios razonables y acordes al lugar.
Gorriti 5870
Teléfono: (11) 4776-7677

Milion
En Paraná y Santa Fé se esconde la casona de 1913 que alberga a Milion, un espacio tan versátil que permite disfrutar al mismo tiempo de una agradable cena en la planta baja, una cerveza con amigos en el jardín posterior, un trago con compañeros de la oficina en la barra del primer piso o unas tapas acompañadas de un buen vino para conquistar a una señorita, siempre acompañado de muy buena música. Esta diversidad es acompañada por una completísima carta de tragos en donde se destacan el appletini (de los mejores que he probado en Bs As), la mandarinoska y el mojito. La carta de vinos presenta etiquetas más bien tradicionales a precios adecuados.
Paraná 1048
Teléfono: (11) 4815-9925

Deriva
En lo que en alguna otra época supo ser un stud del hipódromo, hoy se erige este multiespacio en donde se destaca la barra en el centro del salón completamente vidriado. De todas las alternativas, probablemente esta sea la que menos se destaque por sus preparados y la calidad de los mismos. Sin embargo,  la ecuación cierra a la perfección cuando se revisa la cuenta (promedio de $30 cada trago). Mi recomendación es probar el Stand By (vodka, durazno, lima, maracuyá y cachaça). La carta de vinos presenta prácticamente todas las alternativas más populares como para no defraudar a nadie. Sugerencia: ir con tiempo y paciencia para estar a tono con la parsimonia de los mozos.
Dardo Rocha 2290, San Isidro
Teléfono: (11) 4836-0082

¿Cuáles son sus barras y bares favoritos?

lunes, 13 de diciembre de 2010

The Food Factory

En mi afán por conocer nuevos lugares constantemente, debo reconocer que muy frecuentemente me suelo llevar más de una decepción gracias a mi espíritu aventurero. Todo hacía indicar que esta iba a ser una de esas tantas ocasiones. Primero, por el nombre cero marketinero para un restaurant (una fábrica de comida me remite a cualquier otra cosa menos a un restaurant top de Palermo). Segundo, por la ubicación, alejado de donde se concentra la oferta gastronómica de Palermo y justo en frente del convocante Oui Oui. En el mejor de los cosas, The Food Factory podía llegar a aspirar a la resaca impaciente del hippie chic francés.
Sin embargo, una vez más admito que estaba equivocado. The Food Factory se impone ya por su contexto: el hecho de estar casi integrado al complejo de hotel y departamentos Live, hace que resalte como parte del impactante complejo. Superado el impacto general, The Food Factory hace méritos propios para destacarse per se. Principalmente porque se diferencia con un estilo propio del resto de los restaurantes de Palermo, sin tener que apelar a ningún estereotipo típico (hippie chic, almacen, bodegón fashion, etc.). La ambientación y decoración principalmente blanca desde las paredes hasta el mobiliario obligan a que cualquier transeúnte circunstancial mínimamente le llame la atención este lugar.
En la atmósfera se percibe un nivel de prolijidad y profesionalismo admirable. Desde la simétrica y espaciada distribución de las  mesas coronadas con pequeñas plantas a modo de centros de mesa, hasta la cocina a la vista, todos los detalles se encuentran minuciosamente supervisados por Tomás Kalika, alma mater del emprendimiento y presente casi tiempo completo recorriendo las distintas mesas y controlando que todo marche según lo esperado. Esta obsesión por los detalles se percibe también en la atención y, por supuesto, también en la comida. El pan relleno de hierbas con forma de budín recién horneado acompañado de dips con sal marina, pimienta molida y manteca es un claro ejemplo de esto.
 La carta presenta tres opciones bien diferenciadas: Desayunos / Meriendas y Principales. Dado que fui un domingo al mediodía, opté por un exquisito sándwich de salmón ahumado, guacamole, queso crema y tomates, acompañado de unas papas rotas muy sabrosas aunque un poco pesadas. También existe la posibilidad del take away de la mayoría de los productos de la carta y la pastelería exhibida en el mostrador.
Sinceramente me pareció una de las mejores novedades del año, con una propuesta diferente a un precio razonable (pagamos menos de $60 por persona con una bebida). Sin lugar a dudas volveré en breve a degustar los tentadores tragos presentados en las pizarras al fondo del salón y los principales más contundentes.
The Food Factory
Nicaragua 6055
Teléfono: (011) 4774-7271

domingo, 12 de diciembre de 2010

El Almacén de los Milagros

La idea de ambientar restaurantes como los antiguos almacenes barriales no es nueva ni original (diría que es un modelo prácticamente agotado por los bistrós hippie chic de Palermo más orientados a un buen brunch o té de amigas). Sin embargo, no son muchos los restaurantes que se atreven a aplicar este concepto ofreciendo un abanico de alternativas tan diversa como lo hace El Almacén de los Milagros.
Este emprendimiento encabezado por Milagros Padilla (miembro de la familia tucumana dueña de Citric) montado en un local con una extensa historia gastronómica (ex Almacén de Paco en los 60 y ex La Despensa más acá en el tiempo) posee tan solo 30 cubiertos que permiten lograr la sensación de tener un servicio casi personalizado. Estos cubiertos están distribuidos en un pequeño salón donde predominan varias mesas estilo bistró parisino con mesa de mármol, la escalera que conduce al subsuelo donde se resguardan las más de 120 etiquetas que conforman la carta de vinos y, en la mitad, la gran mesada / heladera donde se exhiben las magdalenas, cookies y alfajores ideales para merendar.
El Almacén de los Milagros ofrece una opción completamente distinta para cada momento del día. Desde las 8 de la mañana brinda la opción de desayunar (y merendar por la tarde) con los productos recién salidos del horno, mientras que al mediodía se destacan los sándwiches ideales para las oficinistas de paso por la zona. Pero de todas las opciones, sin lugar a dudas la alternativa nocturna es la que más seduce, principalmente debido a la amplia carta, diseñada por Martín Baquero (ex Doppio Cero).
Con lo primero que uno se encuentra al abrir la carta es con una especie de homenaje a grandes chefs que titulan a los principales platos de la carta. En mi caso, opté por el merecidísimo tributo a Ferrán Adria, que no es ni más ni menos que un boeuf bourguignon con espuma de patatas, todo presentado dentro de un envase de vidrio.  Plato igualmente de atractivo y sabroso (aunque más recomendable para días de frío que estos días de calor extremo). También merecen una mención especial las mollejas con langostinos.
La carta de vinos, si bien es muy completa, presenta precios lógicos para algunas joyas (muy recomendables las sugerencias del sommeliere) aunque compensan con precios bastante caros para etiquetas más tradicionales. En mi caso, pagué $80 por un Ánimal malbec que se consigue por menos de $60 en la mayoría de los restaurantes de capital.
Un párrafo aparte merece el servicio. Los dos mozos dedicados a atender el salón presentan un oficio notable y un esmero evidente por cuidar cada detalle. Llama la atención que uno de ellos sea extranjero, aunque para mi sorpresa no tiene nada que ver con el estilo de los “mozos” descontracturados de Palermo que poco y nada saben de atender clientes en un restaurant y que su único objetivo es juntar la plata para poder pagar la cuota de Marketing en la UP. Por el contrario, demuestra un profesionalismo y conocimiento del que hasta mucho de los mozos autóctonos carecen.
El Almacén de los Milagros termina siendo una alternativa polifacética, en donde se puede disfrutar desde un cafecito mañanero para leer el diario, un almuerzo ligero con los compañeros de la oficina y una cena romántica para el recuerdo. Si bien, aunque la Señora Padilla difunda sus fines benéficos (parte de la facturación es donada a obras de beneficencia en Tucumán) no es una opción económica (alrededor de $150 por persona con vino), los distintos detalles (el obsequio del pan para el desayuno del día siguiente es una atención que me parece muy valiosa) hacen de El Almacén de los Milagros una opción que vale la pena conocer.

El Almacén de los Milagros
Av. Presidente Manuel Quintana 210
Teléfono: (011) 4814-0533

sábado, 27 de noviembre de 2010

Pani

Domingo por la tarde, a punto de largarse una de esas tormentas casi veraniegas que quedan en el recuerdo (por lo menos hasta que se nos termine de secar la ropa). Que mejor momento para tomar una buena merienda, de esas con las que uno tranquilamente puede seguir de largo hasta el día siguiente. Con esta idea en mente, enfilé para Palermo con la intención de ir a alguno de los ya clásicos delis hippie chics (entiéndase por hippie chic Oui Oui y todas las copias que surgieron a partir del éxito del modelo: lugar orientado más al desayuno y la merienda que el almuerzo y la cena, con toda su oferta exhibida y con la posibilidad de comprar todo lo que se ve y con una estética definidamente naif).
Cuando ya me encontraba prácticamente resignado a sufrir la espera de por lo menos media hora inevitable de Oui Oui, me llamó la atención, sobre la misma cuadra donde también se encuentra The Food Factory, este pequeño local (es la primera impresión que uno se lleva por lo angosto del mismo) ubicado debajo de un edificio residencial y que, por el hecho de tener el mostrador para la venta al público al frente del local, da la sensación de que conseguir lugar en alguna de las dos mesas del patio que se encuentra al frente iba a ser casi una odisea. Sin embargo, una vez que se atraviesa el sector de venta al público, se descubre un conjunto de ambientes que conforman una estética general más aproximada a los deli neoyorkinos que a los pseudo franceses que han ido copando toda la ciudad.
Se nota en el ambiente la preocupación por los detalles y la intención de generar un clima de tranquilidad (que en nuestro caso no fue del todo posible por el cumpleaños que se estaba celebrando en un par de mesas de atrás), en parte gracias a la buena separación de las mesas. Eso sí, nunca optaría por una de las mesas individuales ubicadas en el pasillo que une la parte delantera del local con el fondo del mismo, ya que la idea de estar un tanto apretado y mirando a los mozos que entran y salen de la cocina permanentemente no me parece muy relajante, sino más bien todo lo contrario.
La estética general se complementa con mesas y sillas prolijamente reciclados y cuidadosamente disímiles entre sí (sobre todo se evidencia en las que se encuentran ubicadas en el patio trasero y estimo que debe ocurrir lo mismo en la terraza, aunque no tuve la oportunidad de visitarla porque a esa altura de la tarde ya hubiera necesitado un bote inflable para poder recorrerla debido a la lluvia incesante).
La carta presenta una muy amplia variedad de opciones, tanto saladas (principalmente sándwiches, tartas, ensaladas y pinchos) como así también dulces, donde se destacan los desayunos y las tortas. En esta ocasión optamos por un desayuno / hora del té Turista (infusión, jugo, tostadas con dips de queso blanco, dulce de ciruela y dulce de leche, ensalada de frutas y huevos revueltos) y otro Pani (infusión, jugo, roll de canela, muffin y triffle de yogurt con granola y fruta. Pedimos café (que vale destacar llegó bastante antes que el resto de los ingredientes), pero también hay alternativa de optar por un té de Tealosophy. Para destacar las todas de pan blanco y también las de pan negro, bien crocantes por fuera y muy tiernas por dentro. Punto flojo para los huevos que llegaron bastante fríos y a punto casi de omelette.
Hoy en día que están tan de moda este tipo de lugares, donde, debido a este furor uno termina comiendo apretado y mal atendido (en el caso de Pani, se nota que a pesar de la juventud de los mozos el servicio es esmerado aunque suprimiría los delantales blancos y rojos por lo rápido que se ensucian y porque además a los hombres no les queda muy masculino que digamos), Pani es una alternativa para obtener lo mismo (o hasta en muchos casos mejor) que ofrece el resto en un ambiente descontracturado y sobre todo a un precio más que razonable ($35 por persona). Será cuestión de esperar a que mejore el tiempo para apodarnos del patio trasero o conocer la terraza mientras disfrutamos de alguna de las tortas (monoporción a $24), waffles u otras opciones que ofrece este lugar que vale la pena conocer.

Pani
Nicaragua 6044
Teléfono: (011) 4772-6420

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Caseros

Continuando con mi recorrida por San Telmo, esta vez opté por alejarme por la zona más concurrida del barrio y me acerqué más para el lado de Parque Lezama. Es justamente en la última cuadra de la Avenida Caseros, justo antes de que muera en el Parque donde se encuentra un pequeño polo gastronómico (una cuadra sola en realidad, tampoco se vayan a hacer la idea de que se van a encontrar con Las Cañitas bis). Más allá de cualquier prejuicio relacionado con la seguridad de la zona, esta cuadra en particular se presta, a mi entender, para el desarrollo de la restauración (gastronómicamente hablando).
La primer ventaja que le veo a esta cuadra es que no tiene mucho movimiento (por ser la última cuadra antes del Parque Lezama, la mayor parte del tránsito se desvía en la cuadra anterior y los domingos directamente es contramano dado que Defensa es peatonal). Sin embargo, el hecho de que no tenga mucho movimiento no implica que no haya mucha gente en la zona. Durante estos últimos años, muchas empresas que comenzaron a salir del microcentro migraron para este barrio por la conveniencia desde el punto de vista de los alquileres y, al mismo tiempo, su proximidad con el centro porteño (un tercer factor que se puede enumerar es la onda cool que fue adoptando este último tiempo al estilo de Palermo, con oficinas recicladas en viejos conventillos).
Otra ventaja de la zona es el boulevard que recientemente el gobierno porteño construyó en el medio de la Avenida (más que boulevard es un separador de carriles con faroles de estilo colonial que en San Telmo SÍ hacen sentido y no en el medio de Rivadavia a la altura de Liniers donde quedan inadvertidos por la incalculable cantidad de colectivos que circulan por ahí).
Este contexto es el que alberga a los que podemos denominar como los pioneros de la cuadra: Club Social Deluxe, Hierbabuena y Caseros (hay un cuarto lugar, un local pegado a Caseros seguramente mucho más antiguo que estos tres exponentes pero que no entra en los parámetros de un restaurant al ser más de paso). Esta última fue la alternativa elegida, un poco por casualidad y otro poco por destacarse ya desde la puerta por sus amplios ventanales que permiten apreciar lo que, por ahí leí definido, como un bodegón pero chic.
Esta caracterización se evidencia por el amplio salón pintado de blanco (impecable, aunque asumo que también ayudado por la antigüedad menor a un año del lugar), en donde se destacan los distintos elementos reciclados que conforman el local (desde el frente de la cocina decorado con madera a medio lijar y cajones con frutas y verduras hasta las mismas mesas y sillas utilizadas). El acierto de Caseros creo que es el hecho de no abusar de la estética de bodegón moderno que le han definido al local, logrando mantener como atributo principal la simpleza. Esto se evidencia en la vajilla (anticuada y diversa), en los centros de mesa a base de frutas y verduras y en la misma presentación de los platos, donde no se abusa de elementos decorativos sino que el chef pone el foco en lo que realmente importa, la comida.
Antes que nada, debo confesar que por ahora sólo tuve la oportunidad de probar el menú ejecutivo semanal, el cual consta de una entrada, un plato principal, una bebida y café por $40. Como entrada pude degustar las mozzarellas apanadas y las croquetas de papa (las dos bien preparadas, no muy pesadas ni sobrecargadas de aceite). Todas las entradas salen con ensalada verde a modo de acompañamiento.
Como plato principal, probé las milanesitas de ternera con brócolis salteados al huevo (muy buena preparación, se los dice alguien no muy amante del brócoli) y el mero con vegetales grillados (también muy sabroso, sobre todo los vegetales salteados). Para acompañar, mi elección fue la limonada con menta y jengibre, aunque también se puede optar por la alternativa de agua, gaseosa o copa de vino (Fond de Cave). Párrafo aparte para el café Nespresso servido en vaso de vidrio, lo cual me llamó la atención por lo económico del menú, pero que sin lugar a duda le agrega un toque de distinción al servicio, el cual de por sí ya es correctísimo.
Realmente me parece una opción más que válida para todos los oficinistas y bohemios de la zona (en cualquier otro bodegón tradicionalista de la zona se paga más o menos lo mismo por un bife de chorizo con Coca Cola y café generalmente quemado) y definitivamente voy a probar la alternativa de cenar a la carta de noche o cualquier fin de semana al mediodía.
Caseros
Av. Caseros 486
Teléfono: (011) 4307-4729

lunes, 15 de noviembre de 2010

Brasserie Petanque

La explosión gastronómica que San Telmo vivió en el transcurso de esta década si diferencia de la de otros barrios por ser mucho más ecléctica y en la mayoría de los casos mucho menos pretenciosa. Estas cualidades están en sintonía con el carácter general del barrio, mezcla de bohemio en sus orígenes y, a la vez, poblado en este último tiempo por oficinistas que poco a poco van copando la zona a fuerza de la descentralización que se va produciendo en toda la ciudad.
Esta mezcla de estilos fue acompañada por una oferta gastronómica similar, lo cual permite encontrar  desde bares / talleres culturales (como el Café Via Via), bares donde tocan bandas tributos (el tributo a Sabina debe ser por lejos el modelo más agotado)  y restaurantes bien tradicionales (La Brigada con su entraña inigualable es un claro exponente) hasta propuestas  más vanguardistas (por ponerle un título) como Sukiyaki (atendido por un personaje un tanto excéntrico) o hasta alguna propuesta ambientada en un barrio marginal.
En algún lugar en el medio de esta fauna se encuentra Petanque, una brasserie con todas las letras que ya hace casi 6 años atrás convirtió un local digno de panchería de constitución en un ambiente simple y cordial, en el que se impone una barra escoltada por una gran colección de botellas sobre unas evidentes baldosas restauradas. El resto del salón mantiene el estilo sobrio en donde se destacan los espejos con algunas de las opciones de la carta a modo de recomendación como para que uno ya se vaya tentando desde el principio.
Si hay algo que se destaca, es lo esmerado del servicio. Desde la cordialidad del maître francés hasta la preocupación permanente de los mozos en atendernos ante el mínimo movimiento (a tal punto de confundir una rascada de cabeza con la necesidad de que se acerquen a la mesa). Si a esto le sumamos el pan casero y el aperitivo de pastis, hace que cualquier espera pase completamente inadvertida.
La carta denota una estirpe plenamente francesa con ostras, caracoles y ensalada de queso caliente como entradas destacadas y principales que cubren prácticamente todas las carnes, incluidas cerdo, conejo y pato. En esta ocasión, probamos el salmón fresco a la miel con puré de habas, milhojas de papas y crocante de puerro y el conejo a la mostaza de Dijon. También se destacan la trucha con almendras y el lomo a la bearnaise con hojaldrado de papas.
En cuanto a los postres, el primer lugar indiscutido es para la Crème Brûlée, de las mejorcitas que he probado. Un nivel más abajo, pero igualmente destacables son su prima hermana de naranja el sorbete con frutos rojos.
Para acompañar, la carta de vinos presenta una buena variedad de bodegas y varietales a precios acordes con algunas perlitas francesas más que recomendables para ocasiones especiales.
Ambiente cordial, servicio impecable, carta interesante y precio acorde ($65 por persona sin vino) son algunas de las razones por las cuales Petanque no solo satisface los paladares más exigentes sino también brinda momentos sumamente agradables que motivan a volver.

Brasserie Petanque
Defensa 596
Teléfono: (011) 4342-7930

martes, 9 de noviembre de 2010

Grappa

¿Alguna vez fueron con cero expectativa a ver una película al cine (a ver una película independiente paquistaní por ejemplo) y terminaron gratamente sorprendidos? Bueno, algo similar me sucedió con esta cantina palermitana que ya cuenta con casi 10 años de existencia y a la que le venía escapando de manera recurrente.
Sin haber hecho ningún tipo de trabajo previo de investigación me aventuré a esta cantina esperando encontrar un parrillón más con aires de bodegón de los tantos de Palermo. Sin embargo, una vez dentro del lugar, el estilo italiano de la fachada se preserva de manera muy cuidada, con una decoración pintoresca sin llegar a ser un cambalache y con una barra bien exhibida junto a la parrilla ubicada al fondo y sin que invada de humo ni olor todo el lugar. Los altos techos le dan una gran iluminación al lugar, aunque la claraboya central tapada por una lona de manera bastante precaria atentan un poco contra la prolijidad del resto del lugar.
La siguiente sorpresa me llevé con la carta. La existencia de una carta aparte con tragos y aperitivos me pareció un diferencial (coherente con la importancia que desde la ambientación se le da a las distintas botellas exhibidas en la barra). No pude certificar la calidad de los tragos, pero por lo menos desde el precio (promedio de $26 cada trago) ya justificaban por lo menos darles una oportunidad que seguramente la daré en un futuro no muy lejano.
Aunque la gran sorpresa del día fue descubrir que la especialidad de la casa eran las pizzas a la parrilla. Dado algún tipo de fetiche que tengo con esta comida, no dudé ni un instante en aventurarme por esta alternativa, por más que en la carta también existían alternativas de ensalada (abundantes en apariencia), carnes y pastas. Las dos variedades que probé (mozzarella, salmón y rúcula y mozzarella, jamón crudo, oliva, pimienta y rúcula) me parecieron muy sabrosas (el jamón crudo era exquisito). Para acompañar la comida, pedimos un Santa Julia Suavignon Blanc (los 34° grados de térmica que hacían en la calle ameritaban algo bien fresco) a un precio correcto, como el de la carta de vinos en general.
En términos generales me parece una alternativa más que válida para un encuentro con amigos relajado (en sintonía con el servicio y la atención que brindan los mozos que son fieles al estilo “te estoy haciendo un favor al atenderte” de Palermo) acompañado por un ambiente agradable y pizzas de muy buena calidad a un precio más que razonable (el promedio es de $70 por persona).
Grappa
El Salvador 5802
Teléfono: (011) 4899-2577

sábado, 6 de noviembre de 2010

Keif

Mi fundamentalismo gastronómico me hizo prohibirme ir a cualquier restaurante del estilo árabe/armenio debido a una muy mala experiencia en el pasado. Luego de casi 10 años de aquella fatídica noche (como notarán soy muy severo con los castigos que me impongo), decidí aventurarme nuevamente en la cocina armenia, siendo un pequeño restaurante casi inadvertido de una de las zonas menos gastronómicas de toda la avenida.
El ambiente del local da la sensación de que originalmente pertenecía a otro rubro (probablemente un bar por el estilo de la barra que se antepone a la cocina y las sillas evidentemente recicladas de algún uso previo) y que recientemente ha sido reacondicionado para convertirse en este pequeño reducto que a pesar de la simpleza y austeridad general de la decoración, no deja de generar la calidez necesaria para poder disfrutar de una agradable cena sin tener que participar de conversaciones ajenas. El plus se lo da el descanso ubicado frente a la barra en donde se ubican algunas mesas al reparo de un destacable hogar.
Una vez sentados, la moza se encargó de darnos a entender qué el hecho de que hubiésemos llegado a eso de las 11 mucho no le agradaba. Este hecho claramente afectó la calidad del servicio y, obviamente, nuestra comodidad.
Reconozco que el aperitivo a base de vodka, judo de limón y de mandarina y los canapés a base de quesos ayudaron bastante a remontar la situación y amenizar la espera. Pero de haber sabido de su existencia antes de pedir, probablemente hubiese omitido la entrada (Ichli Koffte: keppes cocidos, rellenos de carne adobada muy sabrosos).
Como principal, mi primera opción fue el Rogan Joush (cazuela de cordero con verduras glaseadas y cous cous) que como no podía ser de otra manera, no había en esta oportunidad (una vez más, mi instinto para identificar las opciones del menú que no están disponibles y de las cuales no nos notificaron, no falló). Debido a esto, terminé optando por Taz Kebab (dados de lomo especiados acompañados con arroz armenio y ratatouille) que admito superó mis expectativas. También pedimos el Shirin Pilav (pechuga de pollo en salsa de naranja agridulce con arroz azafranado, frutas secas y agua de rosas) en donde lo dulce prevalecía por sobre lo agrio.
Para acompañar la comida pedimos un Benjamín Nieto Syrah (quizás no fue la mejor elección para el estilo de comida especiada) al que evidentemente le sobraban un par de grados de temperatura (la cava al lado de la barra, debajo de las luces dicróicas no es la mejor ubicación para preservar un vino). A pesar de esto, el precio de las botellas presentes en la corta carta de vinos es bastante bueno.
Luego de esta experiencia puedo decir que, a pesar de no haberme reconciliado plenamente con la gastronomía armenia, creo que este fue un buen primer acercamiento (el precio de $105 por persona ayudó a esta tregua) para seguir explorando nuevas alternativas de esta etnia tan rica y variada en sus sabores.
Keif
Av. del Libertador 13041, San Isidro
Teléfono: (011) 4793-3955

miércoles, 27 de octubre de 2010

Miramar

Me veo obligado a confesar la subjetividad con la que tomé la decisión de conocer este bodegón (con todas las letras, no como los restaurantes con estilo antiguo de Palermo en los que cada más mínimo detalle tiene una razón de ser). Esta subjetividad radica en el hecho de que gran parte de mi familia es oriunda de esta simpática ciudad costera en la que he pasado la mayor parte de los veranos de mi infancia. Este encanto me llevo hace unos cuantos años atrás a conocer una pizzería de mismo nombre y distintos dueños ubicada en Caballito (Juan Bautista Alberdi al 1300).
No conforme con la decepción de aquellos tiempos, decidí darle una oportunidad a este restaurant de Boedo que muchas veces me habían recomendado pero por cierto prejuicio sobre el promedio de edad de estas personas, recién ahora me le animé. Esta decisión vino acompañada también por la inquietud que me generó una nota publicada en Planeta Joy (10 razones para no ir a comer a un bodegón) en donde Carolina Aguirre hace una crítica que a priori me parecía un tanto despiadada.
En este contexto, aproveché la excusa de un almuerzo laboral para aventurarme en este restaurant sobre la calle San Juan, que evidencia como una de las zonas de la ciudad donde la vanguardia todavía no ha podido vencer al tradicionalismo. Ahora bien, tampoco hay que confundir tradicionalismo con abandono o falta de higiene.  Convengamos que este tipo de construcciones de techos altos que favorecen la ventilación general del lugar generan una gran dificultad para poder mantener la limpieza de todo el techo lo que, complementado con una especie de medias sombras que no me quiero imaginar qué función cumplen, le otorga un tono casi lúgubre a toda la decoración.
El mozo que nos atendió con sus 20 años de trabajo en el lugar, luego de hacernos una breve reseña respecto al nombre del lugar (aparentemente, en la época en que este restaurant fue inaugurado se estilaba ponerle el nombre de ciudades balnearias a los locales de esa zona), nos entregó la escueta carta, armada de manera bastante artesanal sobre una tabla con los nombres de los platos pegados sobre la misma, con alguna intención de que fuesen intercambiables de acuerdo al día.
Como entrada, aceptamos la sugerencia del mozo de la tortilla española, presentada como una de las especialidades de la casa. Lamentablemente, el punto babé se aproximaba más a crudo que cocido, con lo que el único punto destacable era el chorizo colorado.
Para el plato principal, mi espíritu aventurero me hizo optar por un jabalí con papas que era el plato que más resaltaba por sobre el resto de las alternativas, sobre todo por lo aparentemente pretencioso para el estilo de lugar. Pretensión que finalmente se confirmó ya que a mi gusto la carne estaba demasiado cocida y el aspecto morochón de las papas fritas me hizo desconfiar un poco de la calidad y cantidad de usos del aceite para freírlas.
En esta ocasión no probamos ningún vino en particular, pero la carta evidenciaba una amplia variedad de bodegas y varietales todos a muy buenos precios.
En definitiva, a pesar del esfuerzo por ofrecer una carta bastante audaz para este tipo de lugares, Miramar no escapa a las máximas descriptas en el artículo que les compartí al principio del post (principalmente en lo relacionado con el precio, ya que terminamos pagando $75 por persona), por lo que la próxima vez que se me antoje probar algo más tradicional prometo hacer el esfuerzo de contener mis impulsos de aquellas remembranzas del pasado que me puedan llevar a tomar decisiones desventuradas.

Miramar
Av. San Juan 1999
Teléfono: (011) 4304-4261

jueves, 21 de octubre de 2010

Siamo Nel Forno

Luego de deambular por varios restaurantes en las afueras de la ciudad, he decidido volver a la capital, más precisamente a Palermo, barrio (si es que todavía se le puede decir barrio a una zona que ya es casi tan grande como toda la capital) con igual cantidad de seguidores y detractores. En esta oportunidad debo reconocer que me dejé tentar por el simpático nombre de esta pizzería que abrió sus puertas recientemente.
Lo primero que hay que aclarar es que Siamo Nel Forno, más que un producto, lo que vende es un concepto: el mensaje de la temática italiana está presente casi de manera omnipresente. Es necesario mentalizarse de que uno no va a comer una pizza al molde grasosa de El Cuartito o una ostia de pan a la parrilla con una serie de ingredientes encima al estilo Morelia. Tampoco van a encontrar pizzas multisabores al estilo de El Barrilete ni mucho menos la variedad de opciones de Romario.
Se aprecia una prolijidad impecable en todo el lugar en donde se destaca el imponente horno en el cual se cocinan las distintas pizzas en apenas un minuto y medio según se describe en la carta (me gustaría saber en que invierten los 20 minutos restantes que transcurrieron hasta que llegó la pizza a la mesa). Mientras tanto uno se puede entretener escuchando la variopinta música ambiental o hasta alguna conversación ajena de las mesas vecinas. Como muchos de estos emprendimientos, la mayor parte del personal se percibe que son miembros de la familia, de acuerdo a las distintas fotos colgadas del pizzaiuolo y dos de las chicas que atienden.
La carta presenta no más de 7 variedades de pizza entre la que se destaca la Margherita con abundante salsa de tomate y apenas un poco de mozzarella fior di latte sobre una masa bien aireada que generan una pizza realmente deliciosa. Dado que existe un único tamaño de pizza (intermedio entre una mediana y una grande, pero suficiente para una persona de buen comer), decidí quedarme con las ganas de probar la de rúcula con tomate y queso brie o la de papa y queso de oveja para reservarme para el único de los postres que me llamó la atención: pane bianco con nutella. Mi recomendación es pedir media porción si no quieren entrar en un coma chocolatoso.
Las opciones para acompañar estas delicias mantienen el estilo general de acotamiento de la carta. En el plano vitivinícola las opciones casi que se circunscriben a varietales de La Rural y Zuccardi. En mi caso, la mejor opción de maridaje me pareció una buena Birra Moretti.
Me parece que en términos generales es una alternativa interesante y novedosa (algo ya de por sí destacable en un rubro tan saturado como el gastronómico) a un precio más que razonable (aproximadamente 60 pesos por persona). Esperemos que el público se adapte al “verdadero estilo napolitano” que esta pizzería intenta transmitir para que podamos seguir deleitándonos de manera circunstancial con pizzas de esta calidad.

Siamo Nel Forno
Costa Rica 5886
Teléfono: (011) 5290-9529

martes, 19 de octubre de 2010

Sudeste

A no confundirse. Este post no trata del famoso restaurant de comida tailandesa de Palermo: Sudestada (que dicho sea de paso es una muy buena alternativa para degustar exquisiteces asiáticas). Se podría decir que Sudeste justamente es todo lo contrario a este coqueto restaurant. Esto se aprecia a simple vista desde su ubicación: una simple casa en el medio de una zona no muy desarrollada, gastronómicamente hablando. Sin embargo, es notable la sensación de calidez que transmite el lugar, lograda desde el momento en el que su dueño nos abre sus puertas. El lugar es notablemente chico (una galería con tres mesas y un salón en donde no había más de 10), lo que permite que la atención recibida sea casi individualizada. La ambientación general es bastante simple lo que permite que se destaquen algunos objetos (ver los rayadores de queso de hierro que usaba mi abuela hicieron que casi se me caiga alguna que otra lágrima) que le dan un estilo muy particular.
La carta presenta un variedad acotada de opciones (prácticamente un plato por tipo de carne más un par de opciones de risottos y pastas). Mi ojo clínico logró dar con el plato que justo no tenían sumado al “plato del día” (me desconcierta un poco cuando pasan estas cosas; si hay menos de 10 opciones en la carta y teniendo en cuenta las dimensiones del lugar, ¿cómo puede ser que acabe?). Finalmente terminé abdicando a mis deseos de comer bondiola de cerdo con puré de manzana y me incliné por unos ravioles de salmón a la manteca negra. También pedimos unos ñoquis de rúcula que venían escondidos bajo una frondosa capa de la misma hortaliza. En el caso de mis ravioles, la combinación de salmón y una manteca bastante concentrada los convirtieron en pequeñas bombas de tiempo que me pasaron factura al día siguiente. No tuve la suerte de probar los ñoquis, aunque a simple vista, una vez atravesado el bosque de rúcula se notaba también una importante cantidad de aceite (no venían a la manteca negra).
A la hora del postre, nos aventuramos por un creme bruleé que terminó con el trabajo devastador que no lograron acometer ni los ravioles ni los ñoquis. Demasiado pesada y en exceso abundante para mí gusto.
En esta ocasión, no acompañamos la cena con ningún vino en particular, pero la carta de vinos se veía bastante acotada (varietales de un par de bodegas), con buenos precios y también algunas botellas adicionales anotadas en las pizarras. Adicionalmente ofrecen servicio de descorche.
Volvería en época de clima más ameno para probar la alternativa de comer en el patio que desde adentro se veía muy bien cuidado. De todas formas, el precio final  (en nuestro caso rondó los $55 por persona) me pareció muy bueno aunque les sugiero fervientemente que vayan con efectivo ya que la zona no parece muy comercial y sería una experiencia por lo menos singular tener que salir a la 1 de la mañana a recorrer la zona en  búsqueda de un cajero.
Sudeste
Av. Tiscornia 962, Bajo de San Isidro
Teléfono: (011) 4742-7694

viernes, 15 de octubre de 2010

Cosecha

Una de las consecuencias de tener niños deportistas en la familia es conocer múltiples clubes y, en consecuencia, su buffet / restaurant. Según las generales de la ley, cuando hablamos de este tipo de lugares nos referimos a algo más perecido a una cantina en la que con mucha suerte podemos conseguir un pebete de jamón y queso en un estado de conservación al menos cuestionable. Sin embargo, muchas veces, el azar nos puede  jugar a favor, como fue el caso en el que por buscar el acceso al San Isidro Club me encontré con Cosecha, lugar que desde un primer momento me intrigó por su cercanía con el club (de ahí el hecho de que haya pensado que era parte del mismo).
Cosecha aprovecha muy bien esa ventaja para generar un ambiente muy agradable y relajado, por la gran vista otorgada por sus ventanales con vista a las canchas de hockey del club. Si encima el día acompaña, se puede optar por una de las mesas de la terraza del lado opuesto, con vista a la colectora de la panamericana  (con un poco menos de verde, pero por suerte bastante alejado del tránsito como para no sentirse comiendo en la vereda de cualquier restaurant palermitano invasor de espacio público en donde uno termina comiendo directamente apoyado contra los autos estacionados).
Una vez sentados, la carta se presenta principalmente mediterránea, con algún toque de originalidad que le da un carácter distintivo. Para empezar, son altamente recomendables las entradas frías, entre las que se destacan el salmón ahumado (acompañado por focaccia, huevo poché y hojas verdes), la ensalada de rúcula y queso de cabra (con jamón crudo y naranja) y la ensalada mediterránea (rúcula, tomates confitados, jamón crudo tostado y frutillas). Mi sugerencia es pedir todos estos platos y armar una especie de brunch. Como principales, hay que destacar los platos elaborados por sobre la parrilla. Entre los primeros se destacan especialmente la trucha asada a las brasas (acompañada por brochette de champignones envueltos en panceta), el tournedó de lomo con tapenade y mi antojo preferido: el paquetito de masa filo (especie de bolsa armada con masa filo y rellena con cubos de lomo, champignones, panceta y mozzarella).
Como para terminar, los postres no son el fuerte del lugar, pero si se antoja, vale la pena darle una oportunidad a la pavlova de maracuyá y mango.
Mención aparte merece la carta de vinos, la cuál es bastante rica en variedad y que evidentemente es uno de los puntos altos del lugar dada la exposición que se la otorga a la bodega exhibida al frente de la cocina. Mi elección fue Joffré e Hijas Gran Malbec que me sorprendió gratamente cuando lo encontré navegando la carta.
En términos generales, se puede concluir que si uno está dispuesto a pagar un poco más de lo que generalmente nos cobran en cualquier restaurant de Palermo para obtener un ambiente mucho más tranquilo con una buena variedad de opciones y alternativas, vale la pena hacerse una escapada y en una de esas, si se tiene suerte, hasta se puede ver un partido de hockey si la cena se torna aburrida.
Cosecha
Blanco Encalada 564, San Fernando
Teléfono: (011) 4580-4253

miércoles, 13 de octubre de 2010

Ser foodie: qué come y qué bebe un gourmet joven hoy

Les dejo una nota que salió publicada en Planeta Joy que me parece describe muy bien a la gente que comparte mi afición por el buen comer y beber:

martes, 12 de octubre de 2010

Cornelio

Me reconozco como un despistado. Esta cualidad de mi personalidad produjo que el hallazgo de esta joya de la gastronomía ubicada en Zona Norte se demorara debido a una serie de desencuentros producidos además por la falta de información disponible sobre esta casona mediterránea ubicada a la vera de la ruta Panamericana, casi escondida detrás de uno de los tantos puentes que la cruzan  (sé que suena a justificación, pero la realidad es que esto hace parte del encanto que no tienen otros lugares de la zona como puede ser La Porteña que de tan exhibido hace que sea prácticamente imposible conseguir un lugar en tiempo razonable de espera si se llega después de la una).
Una vez que finalmente logré llegar, el primer pensamiento que se me cruzó por la cabeza fue si valió la pena el viaje considerando la austeridad de la edificación (nada de acceso asfaltado ni mucha parafernalia palermitana en el frente del local generan cierto resquemor inicial). Sin embargo, ese prejuicio queda completamente eliminado una vez que se traspasa la vieja puerta de entrada: la vista del salón principal a la izquierda, un patio colonial al frente y un salón ambientado para celebraciones especiales a la derecha confirman la sensación de estar en un lugar fuera de los denominados tradicionales. El lugar transmite una calidez que se potencia por el trato cordial y ameno brindado por los distintos integrantes de la familia a cargo del restaurant con los que uno interactúa a lo largo de la velada.
El ambiente general se podría describir como un collage de elementos que van desde la ambientación general de cada ambiente hasta las sillas y las copas de cada mesa. Esa diversidad es lo que lo convierte en un lugar tan especial donde cada espacio genera una atmósfera de intimidad muy particular. Mi recomendación es visitarlo tanto durante el invierno (el hogar le suma mucho al factor ambiente) como el verano (el patio es muy agradable, sobre todo si se va con niños, aunque la última vez que fui se les dio por cerrar parte del patio con una estructura que produce una sensación térmica similar a la del horno de barro allí presente).
Pasando a lo meramente gastronómico, la carta se caracteriza por una acotada diversidad (pocos platos y casi nula rotación) pero centrada en platos nobles que difícilmente defrauden al comensal. Para destacar el buffet a modo de entrada y como principal mi favorito es la saltimbocca romana de lomo y jamón crudo con salvia. La carta de postres (o la incorporan a la carta o hacen una carta de postres de verdad, pero el papel impreso que tiene también siempre los mismos postres no da) tiene su punto alto en el volcán (tengo una debilidad general por este postre, sepan comprender) y la degustación de postres para compartir entre varios. Para acompañar, café Lavazza bastante fuerte para los que les gusta.
Párrafo aparte merece la carta de vinos, coronada por el piso vidriado en donde se pueden apreciar la variedad de cepas y bodegas que se presentan en una carta muy bien confeccionada y de precios acordes al lugar (hay opciones para todos los bolsillos, todas a  aprecios razonables).
En conclusión, Cornelio seguramente sorprenda a los desprevenidos que no crean que una vieja casona ofrezca una calidez y servicio comparable con muy pocos lugares de la capital.
Cornelio
Ruta Panamericana Km 56 – Ramal Pilar
Teléfono: (02322) 42-3413