sábado, 27 de noviembre de 2010

Pani

Domingo por la tarde, a punto de largarse una de esas tormentas casi veraniegas que quedan en el recuerdo (por lo menos hasta que se nos termine de secar la ropa). Que mejor momento para tomar una buena merienda, de esas con las que uno tranquilamente puede seguir de largo hasta el día siguiente. Con esta idea en mente, enfilé para Palermo con la intención de ir a alguno de los ya clásicos delis hippie chics (entiéndase por hippie chic Oui Oui y todas las copias que surgieron a partir del éxito del modelo: lugar orientado más al desayuno y la merienda que el almuerzo y la cena, con toda su oferta exhibida y con la posibilidad de comprar todo lo que se ve y con una estética definidamente naif).
Cuando ya me encontraba prácticamente resignado a sufrir la espera de por lo menos media hora inevitable de Oui Oui, me llamó la atención, sobre la misma cuadra donde también se encuentra The Food Factory, este pequeño local (es la primera impresión que uno se lleva por lo angosto del mismo) ubicado debajo de un edificio residencial y que, por el hecho de tener el mostrador para la venta al público al frente del local, da la sensación de que conseguir lugar en alguna de las dos mesas del patio que se encuentra al frente iba a ser casi una odisea. Sin embargo, una vez que se atraviesa el sector de venta al público, se descubre un conjunto de ambientes que conforman una estética general más aproximada a los deli neoyorkinos que a los pseudo franceses que han ido copando toda la ciudad.
Se nota en el ambiente la preocupación por los detalles y la intención de generar un clima de tranquilidad (que en nuestro caso no fue del todo posible por el cumpleaños que se estaba celebrando en un par de mesas de atrás), en parte gracias a la buena separación de las mesas. Eso sí, nunca optaría por una de las mesas individuales ubicadas en el pasillo que une la parte delantera del local con el fondo del mismo, ya que la idea de estar un tanto apretado y mirando a los mozos que entran y salen de la cocina permanentemente no me parece muy relajante, sino más bien todo lo contrario.
La estética general se complementa con mesas y sillas prolijamente reciclados y cuidadosamente disímiles entre sí (sobre todo se evidencia en las que se encuentran ubicadas en el patio trasero y estimo que debe ocurrir lo mismo en la terraza, aunque no tuve la oportunidad de visitarla porque a esa altura de la tarde ya hubiera necesitado un bote inflable para poder recorrerla debido a la lluvia incesante).
La carta presenta una muy amplia variedad de opciones, tanto saladas (principalmente sándwiches, tartas, ensaladas y pinchos) como así también dulces, donde se destacan los desayunos y las tortas. En esta ocasión optamos por un desayuno / hora del té Turista (infusión, jugo, tostadas con dips de queso blanco, dulce de ciruela y dulce de leche, ensalada de frutas y huevos revueltos) y otro Pani (infusión, jugo, roll de canela, muffin y triffle de yogurt con granola y fruta. Pedimos café (que vale destacar llegó bastante antes que el resto de los ingredientes), pero también hay alternativa de optar por un té de Tealosophy. Para destacar las todas de pan blanco y también las de pan negro, bien crocantes por fuera y muy tiernas por dentro. Punto flojo para los huevos que llegaron bastante fríos y a punto casi de omelette.
Hoy en día que están tan de moda este tipo de lugares, donde, debido a este furor uno termina comiendo apretado y mal atendido (en el caso de Pani, se nota que a pesar de la juventud de los mozos el servicio es esmerado aunque suprimiría los delantales blancos y rojos por lo rápido que se ensucian y porque además a los hombres no les queda muy masculino que digamos), Pani es una alternativa para obtener lo mismo (o hasta en muchos casos mejor) que ofrece el resto en un ambiente descontracturado y sobre todo a un precio más que razonable ($35 por persona). Será cuestión de esperar a que mejore el tiempo para apodarnos del patio trasero o conocer la terraza mientras disfrutamos de alguna de las tortas (monoporción a $24), waffles u otras opciones que ofrece este lugar que vale la pena conocer.

Pani
Nicaragua 6044
Teléfono: (011) 4772-6420

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Caseros

Continuando con mi recorrida por San Telmo, esta vez opté por alejarme por la zona más concurrida del barrio y me acerqué más para el lado de Parque Lezama. Es justamente en la última cuadra de la Avenida Caseros, justo antes de que muera en el Parque donde se encuentra un pequeño polo gastronómico (una cuadra sola en realidad, tampoco se vayan a hacer la idea de que se van a encontrar con Las Cañitas bis). Más allá de cualquier prejuicio relacionado con la seguridad de la zona, esta cuadra en particular se presta, a mi entender, para el desarrollo de la restauración (gastronómicamente hablando).
La primer ventaja que le veo a esta cuadra es que no tiene mucho movimiento (por ser la última cuadra antes del Parque Lezama, la mayor parte del tránsito se desvía en la cuadra anterior y los domingos directamente es contramano dado que Defensa es peatonal). Sin embargo, el hecho de que no tenga mucho movimiento no implica que no haya mucha gente en la zona. Durante estos últimos años, muchas empresas que comenzaron a salir del microcentro migraron para este barrio por la conveniencia desde el punto de vista de los alquileres y, al mismo tiempo, su proximidad con el centro porteño (un tercer factor que se puede enumerar es la onda cool que fue adoptando este último tiempo al estilo de Palermo, con oficinas recicladas en viejos conventillos).
Otra ventaja de la zona es el boulevard que recientemente el gobierno porteño construyó en el medio de la Avenida (más que boulevard es un separador de carriles con faroles de estilo colonial que en San Telmo SÍ hacen sentido y no en el medio de Rivadavia a la altura de Liniers donde quedan inadvertidos por la incalculable cantidad de colectivos que circulan por ahí).
Este contexto es el que alberga a los que podemos denominar como los pioneros de la cuadra: Club Social Deluxe, Hierbabuena y Caseros (hay un cuarto lugar, un local pegado a Caseros seguramente mucho más antiguo que estos tres exponentes pero que no entra en los parámetros de un restaurant al ser más de paso). Esta última fue la alternativa elegida, un poco por casualidad y otro poco por destacarse ya desde la puerta por sus amplios ventanales que permiten apreciar lo que, por ahí leí definido, como un bodegón pero chic.
Esta caracterización se evidencia por el amplio salón pintado de blanco (impecable, aunque asumo que también ayudado por la antigüedad menor a un año del lugar), en donde se destacan los distintos elementos reciclados que conforman el local (desde el frente de la cocina decorado con madera a medio lijar y cajones con frutas y verduras hasta las mismas mesas y sillas utilizadas). El acierto de Caseros creo que es el hecho de no abusar de la estética de bodegón moderno que le han definido al local, logrando mantener como atributo principal la simpleza. Esto se evidencia en la vajilla (anticuada y diversa), en los centros de mesa a base de frutas y verduras y en la misma presentación de los platos, donde no se abusa de elementos decorativos sino que el chef pone el foco en lo que realmente importa, la comida.
Antes que nada, debo confesar que por ahora sólo tuve la oportunidad de probar el menú ejecutivo semanal, el cual consta de una entrada, un plato principal, una bebida y café por $40. Como entrada pude degustar las mozzarellas apanadas y las croquetas de papa (las dos bien preparadas, no muy pesadas ni sobrecargadas de aceite). Todas las entradas salen con ensalada verde a modo de acompañamiento.
Como plato principal, probé las milanesitas de ternera con brócolis salteados al huevo (muy buena preparación, se los dice alguien no muy amante del brócoli) y el mero con vegetales grillados (también muy sabroso, sobre todo los vegetales salteados). Para acompañar, mi elección fue la limonada con menta y jengibre, aunque también se puede optar por la alternativa de agua, gaseosa o copa de vino (Fond de Cave). Párrafo aparte para el café Nespresso servido en vaso de vidrio, lo cual me llamó la atención por lo económico del menú, pero que sin lugar a duda le agrega un toque de distinción al servicio, el cual de por sí ya es correctísimo.
Realmente me parece una opción más que válida para todos los oficinistas y bohemios de la zona (en cualquier otro bodegón tradicionalista de la zona se paga más o menos lo mismo por un bife de chorizo con Coca Cola y café generalmente quemado) y definitivamente voy a probar la alternativa de cenar a la carta de noche o cualquier fin de semana al mediodía.
Caseros
Av. Caseros 486
Teléfono: (011) 4307-4729

lunes, 15 de noviembre de 2010

Brasserie Petanque

La explosión gastronómica que San Telmo vivió en el transcurso de esta década si diferencia de la de otros barrios por ser mucho más ecléctica y en la mayoría de los casos mucho menos pretenciosa. Estas cualidades están en sintonía con el carácter general del barrio, mezcla de bohemio en sus orígenes y, a la vez, poblado en este último tiempo por oficinistas que poco a poco van copando la zona a fuerza de la descentralización que se va produciendo en toda la ciudad.
Esta mezcla de estilos fue acompañada por una oferta gastronómica similar, lo cual permite encontrar  desde bares / talleres culturales (como el Café Via Via), bares donde tocan bandas tributos (el tributo a Sabina debe ser por lejos el modelo más agotado)  y restaurantes bien tradicionales (La Brigada con su entraña inigualable es un claro exponente) hasta propuestas  más vanguardistas (por ponerle un título) como Sukiyaki (atendido por un personaje un tanto excéntrico) o hasta alguna propuesta ambientada en un barrio marginal.
En algún lugar en el medio de esta fauna se encuentra Petanque, una brasserie con todas las letras que ya hace casi 6 años atrás convirtió un local digno de panchería de constitución en un ambiente simple y cordial, en el que se impone una barra escoltada por una gran colección de botellas sobre unas evidentes baldosas restauradas. El resto del salón mantiene el estilo sobrio en donde se destacan los espejos con algunas de las opciones de la carta a modo de recomendación como para que uno ya se vaya tentando desde el principio.
Si hay algo que se destaca, es lo esmerado del servicio. Desde la cordialidad del maître francés hasta la preocupación permanente de los mozos en atendernos ante el mínimo movimiento (a tal punto de confundir una rascada de cabeza con la necesidad de que se acerquen a la mesa). Si a esto le sumamos el pan casero y el aperitivo de pastis, hace que cualquier espera pase completamente inadvertida.
La carta denota una estirpe plenamente francesa con ostras, caracoles y ensalada de queso caliente como entradas destacadas y principales que cubren prácticamente todas las carnes, incluidas cerdo, conejo y pato. En esta ocasión, probamos el salmón fresco a la miel con puré de habas, milhojas de papas y crocante de puerro y el conejo a la mostaza de Dijon. También se destacan la trucha con almendras y el lomo a la bearnaise con hojaldrado de papas.
En cuanto a los postres, el primer lugar indiscutido es para la Crème Brûlée, de las mejorcitas que he probado. Un nivel más abajo, pero igualmente destacables son su prima hermana de naranja el sorbete con frutos rojos.
Para acompañar, la carta de vinos presenta una buena variedad de bodegas y varietales a precios acordes con algunas perlitas francesas más que recomendables para ocasiones especiales.
Ambiente cordial, servicio impecable, carta interesante y precio acorde ($65 por persona sin vino) son algunas de las razones por las cuales Petanque no solo satisface los paladares más exigentes sino también brinda momentos sumamente agradables que motivan a volver.

Brasserie Petanque
Defensa 596
Teléfono: (011) 4342-7930

martes, 9 de noviembre de 2010

Grappa

¿Alguna vez fueron con cero expectativa a ver una película al cine (a ver una película independiente paquistaní por ejemplo) y terminaron gratamente sorprendidos? Bueno, algo similar me sucedió con esta cantina palermitana que ya cuenta con casi 10 años de existencia y a la que le venía escapando de manera recurrente.
Sin haber hecho ningún tipo de trabajo previo de investigación me aventuré a esta cantina esperando encontrar un parrillón más con aires de bodegón de los tantos de Palermo. Sin embargo, una vez dentro del lugar, el estilo italiano de la fachada se preserva de manera muy cuidada, con una decoración pintoresca sin llegar a ser un cambalache y con una barra bien exhibida junto a la parrilla ubicada al fondo y sin que invada de humo ni olor todo el lugar. Los altos techos le dan una gran iluminación al lugar, aunque la claraboya central tapada por una lona de manera bastante precaria atentan un poco contra la prolijidad del resto del lugar.
La siguiente sorpresa me llevé con la carta. La existencia de una carta aparte con tragos y aperitivos me pareció un diferencial (coherente con la importancia que desde la ambientación se le da a las distintas botellas exhibidas en la barra). No pude certificar la calidad de los tragos, pero por lo menos desde el precio (promedio de $26 cada trago) ya justificaban por lo menos darles una oportunidad que seguramente la daré en un futuro no muy lejano.
Aunque la gran sorpresa del día fue descubrir que la especialidad de la casa eran las pizzas a la parrilla. Dado algún tipo de fetiche que tengo con esta comida, no dudé ni un instante en aventurarme por esta alternativa, por más que en la carta también existían alternativas de ensalada (abundantes en apariencia), carnes y pastas. Las dos variedades que probé (mozzarella, salmón y rúcula y mozzarella, jamón crudo, oliva, pimienta y rúcula) me parecieron muy sabrosas (el jamón crudo era exquisito). Para acompañar la comida, pedimos un Santa Julia Suavignon Blanc (los 34° grados de térmica que hacían en la calle ameritaban algo bien fresco) a un precio correcto, como el de la carta de vinos en general.
En términos generales me parece una alternativa más que válida para un encuentro con amigos relajado (en sintonía con el servicio y la atención que brindan los mozos que son fieles al estilo “te estoy haciendo un favor al atenderte” de Palermo) acompañado por un ambiente agradable y pizzas de muy buena calidad a un precio más que razonable (el promedio es de $70 por persona).
Grappa
El Salvador 5802
Teléfono: (011) 4899-2577

sábado, 6 de noviembre de 2010

Keif

Mi fundamentalismo gastronómico me hizo prohibirme ir a cualquier restaurante del estilo árabe/armenio debido a una muy mala experiencia en el pasado. Luego de casi 10 años de aquella fatídica noche (como notarán soy muy severo con los castigos que me impongo), decidí aventurarme nuevamente en la cocina armenia, siendo un pequeño restaurante casi inadvertido de una de las zonas menos gastronómicas de toda la avenida.
El ambiente del local da la sensación de que originalmente pertenecía a otro rubro (probablemente un bar por el estilo de la barra que se antepone a la cocina y las sillas evidentemente recicladas de algún uso previo) y que recientemente ha sido reacondicionado para convertirse en este pequeño reducto que a pesar de la simpleza y austeridad general de la decoración, no deja de generar la calidez necesaria para poder disfrutar de una agradable cena sin tener que participar de conversaciones ajenas. El plus se lo da el descanso ubicado frente a la barra en donde se ubican algunas mesas al reparo de un destacable hogar.
Una vez sentados, la moza se encargó de darnos a entender qué el hecho de que hubiésemos llegado a eso de las 11 mucho no le agradaba. Este hecho claramente afectó la calidad del servicio y, obviamente, nuestra comodidad.
Reconozco que el aperitivo a base de vodka, judo de limón y de mandarina y los canapés a base de quesos ayudaron bastante a remontar la situación y amenizar la espera. Pero de haber sabido de su existencia antes de pedir, probablemente hubiese omitido la entrada (Ichli Koffte: keppes cocidos, rellenos de carne adobada muy sabrosos).
Como principal, mi primera opción fue el Rogan Joush (cazuela de cordero con verduras glaseadas y cous cous) que como no podía ser de otra manera, no había en esta oportunidad (una vez más, mi instinto para identificar las opciones del menú que no están disponibles y de las cuales no nos notificaron, no falló). Debido a esto, terminé optando por Taz Kebab (dados de lomo especiados acompañados con arroz armenio y ratatouille) que admito superó mis expectativas. También pedimos el Shirin Pilav (pechuga de pollo en salsa de naranja agridulce con arroz azafranado, frutas secas y agua de rosas) en donde lo dulce prevalecía por sobre lo agrio.
Para acompañar la comida pedimos un Benjamín Nieto Syrah (quizás no fue la mejor elección para el estilo de comida especiada) al que evidentemente le sobraban un par de grados de temperatura (la cava al lado de la barra, debajo de las luces dicróicas no es la mejor ubicación para preservar un vino). A pesar de esto, el precio de las botellas presentes en la corta carta de vinos es bastante bueno.
Luego de esta experiencia puedo decir que, a pesar de no haberme reconciliado plenamente con la gastronomía armenia, creo que este fue un buen primer acercamiento (el precio de $105 por persona ayudó a esta tregua) para seguir explorando nuevas alternativas de esta etnia tan rica y variada en sus sabores.
Keif
Av. del Libertador 13041, San Isidro
Teléfono: (011) 4793-3955