miércoles, 26 de enero de 2011

Las Pizarras

Hoy en día, en el saturadísimo mercado gastronómico porteño, es muy difícil encontrar nuevas propuestas originales y que se destaquen, al menos desde lo conceptual, del resto de opciones existentes. A pesar de esto, no hay que ser un matemático para dar con la fórmula del éxito. Muchas veces una idea tan simple como una pizarra puede ser la clave para, a partir de este concepto, crear una experiencia que perdure en el imaginario de cada comensal.
Esta idea fue la punta de lanza que utilizó Rodrigo Castillo para armar su propio  bistró, en donde las mismas pizarras son el elemento preponderante dentro de la austera ambientación, sobre las cuales se describen las distintas entradas, platos principales y postres que se preparan diariamente y se sirven al público que, básicamente por el boca a boca, se acerca todas las noches (salvo los lunes) a degustar las creaciones de ocasión. Las distintas pizarras, que también incluyen la carta de vinos, bebidas y la variedad de infusiones, acaparan la mayor parte de la decoración del lugar, no quedando obnubiladas ni siquiera por los distintos elementos (desde la heladera de almacén hasta un maniquí) que se destacan.
Más allá de la cuestión decorativa, queda más que claro que el foco está puesto en la calidad, la originalidad y la frescura de cada uno de los distintos platos que salen de la cocina que se aprecia desde las pocas mesas del salón. La pasta a base de café para acompañar el pan casero (aunque por cierta dureza no me animaría a decir que el pan también se prepare todos los días, al menos en verano), el paté de conejo con chutney de durazno y el carré de cerdo asado con yogurt de limas, maní, puré de calabazas y rúcula son claros exponentes de la originalidad de la cocina. La frescura se evidencia en la demora lógica de cada plato, lo cual denota claramente que cada plato se prepara en el momento (esto también puede servir como excusa para contar con poco personal en la cocina y un único mozo para todas las mesas). Quizás, el punto más subjetivo de todo sea la calidad, que en mi caso está completamente a la altura de las circunstancias. Este punto también lo pude constatar con los ravioles de ricota con tomate concasse, albahaca y oliva. Lamentablemente, no puedo decir lo mismo del postre, ya que la creme bruleé de maracuyá que más me tentaba ya se había agotado.
Otro elemento destacable es la corta pero diversa carta de vinos que presenta opciones para todos los gustos y bolsillos (a precios más que interesantes). En mi caso, opté por un Alfredo Roca Merlot a $65. Esta diversidad se aprecia también a la hora de la sobremesa, sustentada en una amplia gama de tés. Aquellos que no son amantes de los tés, también pueden optar por café Nespresso.
Evidentemente, el hecho de ofrecer una propuesta de algún modo innovadora basada en el concepto casi artesanal de elaborar los platos que se sirven durante la noche con los productos que se consiguen ese mismo día a un precio razonable (estamos hablando de aproximadamente $100 por persona con vino), hizo que en el año y monedas que lleva abierto, Las Pizarras se haya hecho de un público fiel que llena el lugar todas las noches.
Las Pizarras
Thames 2296
Teléfono: (011) 4775-0625

jueves, 20 de enero de 2011

Placeres Patagónicos

Si existe una región del país que ha recibido un fuerte impulso turístico durante estos últimos años (ya sea por cualidades propias o intereses ajenos), es sin dudas la Patagonia. Fue gracias a estos viajes que conocí productos tales como el dulce de rosa mosqueta, la cerveza sabor a frambuesa, el ciervo ahumado y el helado de arándanos. La idea de encontrar todos estos sabores en un lugar que no implicase recorrer los más de 1600 kilómetros que nos separan de Bariloche me parecía a priori inverosímil.
Sin embargo, tengo que reconocer que me sorprendí gratamente al conocer Placeres Patagónicos, un lugar que por fuera no se diferencia prácticamente en nada respecto a cualquier bistró reciclado de Palermo. Pero, una vez que atravesamos la puerta, nos hace sentir como si estuviésemos en cualquiera de los lugares típicos de Bariloche, sin la vista al Nahuel Haupi, obviamente. Este efecto se logra no solo por la abundancia de madera en todo el lugar, sino también por el sinfín de productos patagónicos que lo invaden, entre las que se destacan las artesanías y los inefables Peques.
Ahora, el fenómeno patagónico fue completo cuando, con la carta en mi poder, empecé a ver cosas tales como cerveza El Bolsón, ahumados Weiss y helados Jauja. Por un instante creí haber muerto y reencarnado en profesor de ski, pero no, seguía vivito y coleando en Núñez.
Lamentablemente, las hostiles temperaturas del verano porteño me acobardaron un poco ante opciones tan tentadoras como aparentaban serlo el cordero braseado y el goulash con spatzles. Al mismo tiempo, el factor climático fue la excusa perfecta para optar por una más que tentadora tabla Ciprés, compuesta de fiambres comunes y ahumados, quesos saborizados y leber, entre otras delicias, y acompañada por panes artesanales.
Como no podía ser de otra forma, acompañamos la picada con cervezas artesanales ale, de frambuesa y de miel. También se puede optar por una acotada variedad de vinos que, vale destacar, contempla algunos de los mejores exponentes patagónicos (principalmente representados por Fin del Mundo, NQN y Humberto Canale).
Sin lugar a dudas, más allá de que a la larga no resulta una opción económica (a pesar de que no cobran servicio de mesa, el precio final fue de $80 por persona) voy a volver con un clima más acorde (y abundante tiempo libre por sobre todo para tolerar las excesivas demoras en la atención) para degustar alguno de los platos y postres que me permitan revivir lo mejor de los sabores del sur de nuestro país.

Placeres Patagónicos
San Isidro Labrador 4408
Teléfono: (011) 4702-0171

miércoles, 12 de enero de 2011

5 prácticas restaurantiles poco felices

Tal vez peque de poco original al decir que los detalles hacen la diferencia, pero en el mundo de la restauración, compuesto por un sinfín de variables que constituyen la experiencia gastronómica, el más mínimo error puede llevar al fracaso la experiencia entera. A continuación les presento 5 cosas que me han sucedido recientemente en distintos lugares y que terminaron por arruinar una comida (casi) perfecta.

“Justo eso no tengo”.
Si fuese un superhéroe, mi poder sobrenatural sería elegir elegir el plato que no pueden preparar porque se les acabó alguno de los ingredientes fundamentales o el vino que está agotado. Vale aclarar que no siempre pido el caviar de esturión, sino que me ha pasado con platos más mundanos como una ensalada de rúcula o una pizza con champiñones. Me veo obligado a agradecer la ayuda en el descubrimiento de notable habilidad a los distintos mozos que jamás me avisaron al momento de entregar la carta cuáles son los platos y los vinos que no están disponibles como para evitarme la falsa expectativa y terminar pidiendo algo medio a las apuradas ante su atento hostigamiento presencial.

Dígale NO a las guarniciones photoshopeadas.
Mucho peor que la desazón con el plato que me había ilusionado degustar, es que me traigan el plato con una guarnición a base de papas de paquete o verduras congeladas. Siempre suponiendo que esa es la razón por la cual se dio su existencia en mi plato y no un delirio del chef de ocasión (Novecento en este caso) que le hizo concluir que esas verduras fluorescentes eran la mejor opción para acompañar un pollo relleno a un precio tal que lo mínimo que uno esperaría serían unas verduras frescas y salteadas en ese precio momento.

Fast food gourmet.
Obviamente a nadie le gusta esperar y menos cuando hay hambre de por medio. Ahora bien, si uno va a un restaurante de categoría (digamos La Rosa Negro como por poner un ejemplo) y pide un cordero deshuesado hecho a las brasas con manjar de hongos sobre verduras confitadas, habas y salsa de coriandro, es hasta esperable una demora en la cocción y elaboración del plato. El evidente afán por romper un récord guiness produjo que el plato estuviese listo sobre mi mesa en menos de 5 minutos, con lo cual existen dos razones posibles:
a)      Los cocineros de este pintoresco lugar trabajan a una velocidad inaudita utilizando técnicas de cocción desarrolladas por la NASA.
b)      El plato no fue elaborado en el momento (los ingredientes ya estaban precocidos o el plato había sido devuelto por algún otro comensal insatisfecho).
Lamentablemente, la calidad del producto final me hace inclinarme por la opción b.

Sólo efectivo.
Celebro el éxito de los lugares que a base de mucho esfuerzo logran imponerse y trascender a lo largo del tiempo, sobre todo cuando son el fruto de grandes esfuerzos familiares y de mucha perseverancia, inclusive en las peores épocas. Sin embargo, muchas veces esa evolución no se ve reflejada en diversos aspectos que generan el riesgo de tirar por la borda todo el trabajo y esfuerzo incurrido a lo largo del tiempo. Este es el caso, por ejemplo, de Guido’s, que sumó a su pintoresco bar un restaurante que a simple vista denota un salto de calidad significativo. Sin embargo, este salto no implicó dejar atrás ciertas prácticas típicas de restaurantes poco profesionalizados en donde sólo se acepta efectivo. Esto, a pesar de que molesta un poco, no es tan relevante en un parrillón donde uno sabe más o menos cuánto va a gastar. Ahora, en un restaurante con cierto nivel de sofisticación, desayunarse al recibir la cuenta con que uno tiene que pagar más de $150 por persona en efectivo, no es una noticia de lo más agradable (sobre todo en esta época donde es más fácil descubrir un yacimiento petrolero virgen que encontrar un cajero automático con plata).

Agua al horno con papas.
Abrir un restaurante es todo un desafío e implica estar pendiente de un sinfín de cuestiones que uno va descubriendo con el transcurrir del tiempo. Más si encima se abre una parrillita sobre Ángel Carranza en pleno invierno donde muchas veces por la dureza del clima o simplemente por una cuestión de gusto uno prefiere tomar algo no tan frío. En este contexto, puedo comprender tranquilamente que no  se hayan dado cuenta de dejar unas cuantas botellas fuera de la heladera para satisfacer los deseos de los susceptibles al clima. Ahora, lo que no me entra en la cabeza es a que persona en su sano juicio se le puede ocurrir meter una botella de agua en un horno para lograr el efecto “natural”. No sólo por el hecho de que no me gusta tomar agua caliente sino también por la poca tolerancia del vidrio a los cambios bruscos de temperatura y el riesgo de terminar en la sala de urgencias del hospital más cercano.

¿Cuáles son las cosas que les molestan a ustedes?

martes, 4 de enero de 2011

Ensalada Cesar, Caesar o... ¿Caeser?


Me reconozco como un obsesivo en un montón de cosas, como ya lo habrán notado en los distintos posts. Sin embargo, si hay algo que me saca de las casillas son los errores ortográficos. Y no estoy hablando de los errores que suelen acarrear los adolescentes que se comunican vía mensajes de texto, llegando a utilizar vocablos y abreviaciones casi incomprensibles. Lo que me parece preocupante (tanto sintáctica como así también semánticamente hablando) son los errores en contextos donde uno espera cierto nivel de profesionalismo. Entiendo que en el mundo de la restauración existen millones de detalles que atender para asegurar la calidad de los productos y el servicio, pero la forma en la que se comunica merece ser ponderada con la importancia que amerita dado que es una de las formas en las que interactuamos con nuestros clientes. Desde los mozos hasta la carta, existen innumerables formas de comunicar y, por ende, muchas fuentes de horrores ortográficos.
La idea de este post surgió de una nota publicada en La Nación sobre un blog español que recopilaba imágenes de carteles con errores (algunos más groseros que otros). Les dejo el link al blog para que se puedan entretener un rato: [sic]. Continuando con esta iniciativa, hago mi aporte con una pizarra de La Dorita publicando la sugerencia del lugar:

¿Cuáles son los horrores que ustedes han visto?
PD: para los curiosos, les comparto un blog con información sobre la historia de la Ensalada Cesar, Caesar o como quieran llamarla: Ensalada Cesar o Caesar.