domingo, 17 de abril de 2011

In Situ

De viaje por Medellín, la mal llamada “ciudad de la eterna primavera” (vean este video si no me creen), buscando opciones que vayan un poco más allá que las arepas y la bandeja paisa, encontré este restaurante de autor, ubicado en el medio del Jardín Botánico (de por sí, muy lindo). Rodeado de una tupida vegetación, como una especie de oasis gourmet, este restaurante presenta un ambiente bastante sobrio con amplios ventanales que se abren de par en par y que permiten sentirse en contacto casi directo con la naturaleza mientras se disfruta una agradable comida:
La carta presenta una buena variedad de platos, incluyendo pastas y diversas carnes rojas, blancas y pescados. Mi elección fue un pescado conocido como basa (primera vez que lo escucho nombrar, pero que aparentemente se encuentra bastante difundido en la región de acuerdo a lo que pude investigar: Basa El filete de pescado gourmet que ha sorprendido a restauranteros de todo el mundo, llegó para quedarse) apanado en croute de almendras con salsa de maracuyá, acompañado de puré de yuca (conocida como mandioca por nuestras tierras), dip de porotos negros y zucchinis grillados y marinados:

Realmente me sorprendió lo carnoso y sabroso que estaba el pescado. La combinación con el Balbo Tempranillo fue perfecta. Lo único criticable es la presencia casi inadvertida del maracuyá.
La carta de postre, muy original, está conformada por distintas tarjetas con fotos de las distintas opciones:

Mi voto fue para la tarta taten, que sinceramente poco tenía que ver con la que se presentaba en la foto y menos con la clásica tatin francesa:

Como verán, se presentaba como un postre bastante complicado para comer con cuchara y tenedor, pero mal que mal me las pude ingeniar para degustarla. El sabor y color verde intenso de las manzanas fue lo más destacable del postre. Para cerrar, una buena taza de tinto (café colombiano). Todo esto por el módico precio de USD 27, que en cualquier lugar “de autor” de Buenos Aires no alcanzan para equiparar un menú tan completo. Si alguna vez les toca andar por esta no tan primaveral ciudad, les recomiendo fervorosamente darse una vuelta por este agradable lugar.

In Situ
Calle 73 No. 51D - 14, Jardín Botánico
Teléfono: +57 (4) 233 2373

jueves, 14 de abril de 2011

Azema

A cualquier persona un poco cholula como yo siempre le intriga las historias, más cuando circundan la cocina de un restaurante. Si encima, el chef se comenta es todo un personaje (un poco subido a la moda de los cocineros convertidos en rock stars, al estilo Anthony Bourdain), ya es argumento suficiente para conocer este exotic bistró, como Paul Jean Azema define a su restaurante homónimo.
 Justo en frente del ya tradicional Green Bamboo, Azema intenta ir todavía más allá con una propuesta mucho más arriesgada para el paladar argentino, fusionando sabores de Francia, India y Vietnam y aggiornándolos al gusto porteño, según palabras del propio Azema. Esta audacia manifiesta de la propuesta no se termina de trasladar a la ambientación del local que se aprecia un tanto tradicional en su distribución (demasiadas mesas para un lugar evidentemente chico) donde lo único que se destaca son los distintos objetos que se adivina este personaje fue acumulando a lo largo de su vida en los distintos lugares en los que vivió / cocinó.
Luego de ubicarnos en una de las mesas junto al gran ventanal con vista a la calle, la moza encargada de la atención (que en esta historia cumple un rol secundario ya que el protagonista de la noche pueden imaginar quién va a ser) nos entregó las cartas. Luego de una primera lectura rápida, la carta presenta muchas opciones para lo que suelen ser los bistrós típicos en  donde las opciones por lo general son bastante acotadas, destacándose además una clara separación entre las distintas etnias acompañadas casi todas de una breve reseña personal del chef. Luego de analizar detalladamente todas las opciones e identificar todas las consultas a realizar antes de tomar la decisión, se aproxima a nuestra mesa el encargado de tomarnos el pedido. Azema, Ni más ni menos. Una suerte del Doc de Volver al Futuro mezclado con Salvador Dalí, muy predispuesto a contar la historia y las particularidades de cada uno de los platos.
De entrada decidimos arriesgarnos (hasta ahí nomás) con una tartare de salmón, maracuyá y chile (sin chile ya que los principales también tenían una dosis de picante) que estaba simplemente deliciosa. La combinación entre el salmón y el maracuyá quedaba excelente. Como principales ordenamos un cari de langostinos jumbo por un lado y, por el otro, un gigot de cordero. A pesar de que los dos platos por sus orígenes se pueden asociar a la cocina francesa, el primero figuraba como un plato típico de la Isla de la Reunión (colonia francesa de donde es oriundo nuestro querido anfitrión y cuya cocina tiene reminiscencias tanto francesas, como  así también indias y chinas). Sin embargo, lo que me llamó poderosamente la atención fue el hecho de que ambos platos vinieran presentado exactamente de la misma forma: timbal de arroz, lentejas y perejil. No sé si fue mera casualidad, pero me sorprende esta particularidad que también noté en otros platos que se servían en distintas mesas (y no creo que todos hayan pedido cari de langostinos y gigot de cordero).
Desde el punto de vista vinícola, la carta presenta una variedad bastante acotada de opciones, sobre todo para la diversidad de platos que se ofrecen. Sin embargo, en las opciones que se presentan a un precio normal para un restaurante de estas características, se encuentran muy buenas perlas, como el Las Acequias Cabernet Roble que degustamos ($90).
Para cerrar (decidimos saltear el postre porque el fuego provocado por los platos e intensificado por el vino no nos iba a dejar apreciar ningún tipo de sabor más) un rico café Lavazza acompañado por petit fours.
Abstrayéndose de todo el espectáculo montado, me parece que la idea es bastante original aunque a mi gusto, para poder mantenerse el nivel que uno esperaría por una cena de $160 por persona, buscaría la forma de darle mayor identidad a los platos para asegurar que la historia detrás de cada plato se perciba en la mesa.
Azema
Ángel Carranza 1875
Teléfono: (011) 4774-4191

lunes, 11 de abril de 2011

Malvón

Los domingos suelen ser días atípicos desde el punto de vista gastronómico. Algún que otro evento siempre hace que, en mi caso, los sábados me acueste bastante tarde y la mañana del domingo prácticamente no exista. Si a eso le sumamos algún dolor de cabeza ocasional por una copita de más, el resultado es que le escape furtivamente al asado familiar y analice otra opción un tanto más relajada y descontracturada.
Con algunas opciones en la cabeza (estaba entre un brunch hecho y derecho como el de Novecento y algo más próximo a un almuerzo como lo es el de Olsen), enfilé para el lado de Palermo. A mitad de camino escuché en la radio una nota que le hacían al dueño de un tal Malvón ubicado en Villa Crespo del cual había leído alguna nota en Planeta Joy (Malvón: nuevo lugar para brunchs, almuerzos y meriendas en Villa Crespo).  Ante esta señal divina, no dudé ni un segundo en ajustar el rumbo para “Palermo Queens” (estamos a nada de que Argentina se pase a llamar Palermo, sépanlo).
Lo primero que me sorprendió fue el crecimiento comercial de la zona, con una amplia oferta de outlets similares a los que se encuentran a unas pocas cuadras sobre la calle Córdoba. Evidentemente este impulso comercial fue el que dejó al descubierto la necesidad de contar con oferta gastronómica para alimentar a los cazadores de ofertas que abundan con sus manos atiborradas de bolsas (se me vinó a la mente la genial propaganda del shopping: ¿Qué nos pasó man?).
Sobre la calle Serrano, se imponen dos grandes toldos que con el omnipresente logo de Central de Café hacen pensar que estamos ante un nuevo emprendimiento de las tantas marcas de café que deciden abrir su propia franquicia. Sin embargo, al adentrarnos en el local, descubrimos un inmenso local montado sobre lo que en otra vida evidentemente fue una casa chorizo. Esta característica le permite ir montando distintos espacios, todos completamente distintos entre sí. Con una especie de almacén y barra incrustadas en el medio de un casa, se nota el esmero en darle un estilo vintage por medio de los innumerables adornos que hacen a la atmósfera tan particular de este lugar. Esta ambientación se vuelve casi marginal en el patio trasero, en donde las lámparas atadas entre sí cual manojo de flores, algún que otro balde con agua de antaño y las paredes un tanto descuidadas hacen que la salubridad pase casi a un segundo plano.
Luego de que el pseudo maitre  / mozo (típico espécimen palermitano, canchero en exceso) nos ubicara y, luego de agitar los brazos un buen rato cual banderillero de aeropuerto ante el evidente olvido de nuestra existencia, otro mozo se apiadó de nosotros y nos alcanzó unas cartas como para apaciguar las aguas. Acá es donde está el punto fuerte de Malvón ya que las opciones para “brunchear” son bastante originales. Se pueden encontrar unos ya clásicos huevos benedictos hasta alternativas más transgresoras como popovers. En mi caso, luego de intentar comprender la explicación de lo que componía el menú (aperitivo de agua saborizada + bebida fría o caliente + plato + guarnición + blueberries pancakes).
Mi elección fue el popover francés, relleno de crema de queso brie, espinacas y hongos que tardó no más de 5 minutos en llegar a la mesa, lo cual me hizo sospechar que esa fuese mi pedido. Sospecha que se incrementó cuando nos sirvieron las guarniciones que se suponía debían ser unas papas rústicas y un mix de vegetales pero que, ante la falta de vegetales, el chef o el mozo decidió que queríamos los dos papas rústicas. Y sospecha que terminé de confirmar cuando probé la comida y estaba helada. Conclusión: seguramente probé el popover de algún otro cliente que terminó esperando más de lo esperado por el suyo. La buena nueva es que luego de reclamar, el siguiente vino a una temperatura correcta y además se notaba que no era el anterior  recalentado.
Mención especial para los blueberries pancakes que, más ayuda de lo ridículamente chicos, en mi caso estaban un tanto gomosos.
Más allá de todo, Malvón no deja de ser una opción interesante a un precio razonable ($70 por persona) para disfrutar probablemente un día no tan concurrido como los domingos, en donde seguramente la atención es mucho más esmerada.
Malvón
Serrano 789
Teléfono: (011) 3971-2018