jueves, 3 de febrero de 2011

Vacaciones Gastronómicas

Todavía con algo de arena en la cabeza y un bronceado que a medida que pasan los días comienza a convertirse en un lindo recuerdo de las vacaciones, poco a poco estoy tratando de retornar a la dura realidad de la rutina laboral diaria. Sin embargo, antes de que el día a día me consuma, les comparto algunas apostillas gastronómicas de mi descanso, destacando aquellos lugares que vale la pena conocer. A sabiendas de la pobre (desde el punto de vista de la calidad sobre todo) oferta gastronómica de la bendita costa argentina. En relación a esto, les dejo una muy buena nota que se refiere al tema: La desgracia de comer en vacaciones).
El hecho de hacer base en Valeria del Mar, me permitió poder contar con un amplio abanico de opciones que fueron desde Pinamar hasta Mar de las Pampas, pasando por Cariló y hasta el mismo Valeria. Reconozco que la intención original era apostar más a Pinamar que al resto de los destinos. Sin embargo, la sensación de estar circulando por la 9 de Julio un Lunes a las 9 AM, debido a  que los más oportunos eventos  impedían el tránsito normal por Bunge, sumado a las esperas de más de una 1 hora en cada lugar, me terminaron por convencer de explorar nuevos destinos. A pesar de todo esto, pude darme el lujo de degustar un excelente goulash con spätzle en Tante (De las Artes 35, con amplia variedad de descuentos acumulables), una deliciosa pizza de muzzarela con jamón de ciervo ahumado en La Távola (Av. Bunge 64) y un exquisito salmón rosado con salsa de limón y verduras grilladas en El Dorado (Av. Del Mar y Bunge).
El siguiente destino de este recorrido es Cariló, en donde me sorprendió un renovado Camelia Sensi (Boyero, entre Cerezo y Avellano), sobre todo por la celebrada ampliación (iba mentalizado para tolerar una espera medida en horas y lo único que tuve que esperar fue a la maitre hasta que nos recibió). Más allá de la variadísima carta, el fuerte es la founde de queso acompañada por un sinfín de cazuelitas (a priori parece cara una founde para dos personas a 140 pesos, pero luego de ver la variedad de acompañamientos, queda más clara la razón del precio).
En Mar de las Pampas reconozco haber estado casi de pasada, cosa que no me impidió visitar La Pinocha de Chocolate (El Lucero y Santa Maria), lugar que celebro que se mantenga fiel a su estilo y no cambie prácticamente nada desde que la conozco (la “innovación” de esta temporada era una tarta de frambuesas). Gracias a esto, pude disfrutar de un gran chocolate caliente acompañado por una porción de tarta de manzana especial (para no quedar como un desquiciado que pide eso en pleno verano, todo esto sucedió el único día de lluvia de mis vacaciones). Adjunto foto de la tarta, aunque en vivo se veía todavía más tentadora:

Para el final, quise dejar a la mismísima Valeria del Mar, lugar por el que admito no apostaba ni siquiera un peso a encontrar un lugar medianamente decente. La estremecedora campaña de marketing (lo de estremecedora es debido a que todos los días, a las 9 de la noche hacen sonar una sirena similar a la de un buque pesquero para notificar a toda la ciudad que ya abrieron) Tamarisco (Corbeta Céfiro y El Mar). Imaginen la grata impresión que me lleve con el lugar que, a pesar de no poder entrar en la primera oportunidad (aparentemente les va tan bien que solo trabajan con reserva previa), insistí al día siguiente, esta vez con reserva obviamente. El lugar me pareció sobre todo pintoresco y la calidad de los pescados suprema (compartimos una cazuela de mariscos con variedades por lo menos desconocidas desde lo visual, aunque me reconozco un amateur en el tema). Los puntos a mejorar son, por sobre todo, el servicio (que uno esté de vacaciones no significa que a uno le sobre el tiempo para esperar más de media hora que se dignen a traernos la carta o la cuenta, más cuando ponen tanto énfasis en la reserva para poder atender bien a los comensales) y algún que otro postre (no caigan en la tentación de pedir los profiteroles porque, créanme, se van a llevar una decepción).

Casi como postdata, y más allá de todos estos lugares que con sus particularidades están notablemente por encima de la media del resto, me llamó poderosamente la atención el precio de algunos vinos que se encontraban muy por debajo de lo que cuestan en casi cualquier restaurante de Buenos Aires (para darles un ejemplo, los Saint Felicien que en los restaurantes porteños oscila entre $ 100 y $ 120, en todos los lugares a los que fui estaba entre $ 65 y $ 80).
¿En qué lugares que vale la pena conocer comieron durante sus vacaciones?

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