lunes, 13 de junio de 2011

Marcelina & Garcia

El resultado de caer en un  lugar como La Cabrera cualquier mediodía de domingo sin reserva es una espera de no menos de media hora, con suerte. Luego de entretenerme un rato contando la cantidad de brasileros que identificaba a simple vista en la misma situación que nosotros (¿quién va a los restaurantes de Puerto Madero hoy en día si TODOS los brasileros andan desperdigados por Palermo?), la ansiedad que me genera cualquier espera me hizo caminar un poco por Cabrera. A pocos metros me sorprendió toparme con una especie de almacén que no había visto nunca. Al acercarme un poco más, me di cuenta de que no se trataba de ningún deli fashion palermitano (debe haber sido la descripción “Harina y Pastas” la que me confundió), sino de un muy pintoresco restaurante de pastas. Hasta allí llegó mi espíritu intrépido de aquel día ante el llamado de la cuasi maître de la Cabrera. Luego de un poco de investigación googlelística, descubrí que el emprendimiento estaba a cargo del mismo dueño de La Cabrera (Gastón Rivera por si a alguien le interesa el dato). No pasó más de una semana para que me encontrase cenando en Marcelina & Garcia.
Lo primero que pude confirmar desde adentro del restaurante era la ambientación muy cuidada en cada detalle (incluso, más que en La Cabrera donde a veces roza lo cambalachesco), en donde el blanco y el amarillo son los colores por excelencia. Abundan los palos de amasar, los cucharones, las espumaderas, los paquetes de fideos De Cecco y las salsas de tomate saborizadas ya conocidas de La Cabrera, todo prolijamente distribuido a lo largo y ancho del pequeño salón (en total no tiene más de 80 cubiertos).
Lo siguiente que hay que destacar en esta inevitable comparación es el uso de la misma fórmula: a pesar de haber cambiado el tipo de gastronomía, la esencia en el cuidado por ciertos detalles se mantiene. Desde los separadores de mesas que aíslan de los vecinos (en Marcelina & Garcia por lo menos son de mimbre y no de lona como en La Cabrera) y la presentación de la mesa (los más pintorescos broches reemplazan a los stickers que mantienen cerradas las servilletas sobre el plato) hasta los chupetines que vienen con la cuenta, pasando por las entradas (en nuestro caso fue una degustación de papines, granos de choclo con una especie de salsa blanca y tomates secos macerados) y las cazuelas que acompañan cada plato (aunque admito que en este caso el maridaje me suena un poco más forzado).
Yendo al quid de la cuestión, al momento de leer la carta, tengo que admitir que me decepcionó un poco. Por más que la calidad de las pastas De Cecco sea intachable, me hace bastante ruido ver fideos “de paquete” en un restaurante de estas características. Sin embargo, también existen opciones caseras, pero ningún plato se destaca por pastas o salsas originales que no podamos conseguir en alguno de los otros cientos restaurantes de pastas que existen en la ciudad. Si a esto se le suma el aviso de la abundancia de los platos (existe la opción de pedir medias porciones pero la cobran al 70% del valor de la carta, peculiar forma de dividir tiene esta gente), las opciones quedan reducidas prácticamente a unos fideos con tuco. Más allá de esta exageración, pedimos dos (casi) medias porciones de agnolotis de espinaca con manteca de hierbas y fusiles a la crudaiola. De las cuatro cazuelas disponibles (salchichas parrilleras, pulpetines de carne al pomodoro, brócolis salteados con ajos y la cazuela vegetariana) elegimos los vegetales y los pulpetines aunque esta última tenía una pinta de salchichas parrilleras increíble (se ve que no valió la aclaración que le hicimos al mozo corrigiéndolo al momento de tomar el pedido).
Para destacar el detalle del trago a base de champagne, malbec y naranja para limpiar los sabores de la boca mientras se elige un postre. En nuestro caso optamos por ir directo al café, acompañado por dos bocaditos de chocolate que parecían todavía más minúsculos de lo que eran sobre el recorte de mármol en el que venían presentados.
Retomando (y para cerrar) la comparación, la carta de vinos es un buen recorte de la de La Cabrera, con precios similares (pedimos un Nieto Senetiner Malbec a $67).
Sinceramente me fui un poco decepcionado ya que pagamos como si hubiésemos comido en La Cabrera ($ 100 por persona) pastas que son claramente superadas por opciones similares en precio (Bruni es un claro ejemplo) e incluso  considerablemente más económicas (como es el caso de Salgado Alimentos). Al César lo que es del César.
Marcelina & Garcia
J.A. Cabrera 5065
Teléfono: (011) 4832-2259

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