lunes, 29 de agosto de 2011

La Casa Polaca

Como ya se habrán dado cuenta, tengo una tendencia hacia lo étnico que cada tanto me lleva a probar especialidades de distintas culturas. Sin embargo, me sentía un poco en deuda con mis antepasados polacos. A pesar de no ser un gran fanático del chucrut (según dicen, el que prepara mi señora madre es anecdótico), y habiendo visto algunas fotos del lugar en Internet que describían lo más próximo al restaurante de un club barrial, junté coraje y decidí honrar a mis antepasados.
Lo primero que descubrí al llegar es que el restaurante se encuentra situado detrás de un hermoso edificio colonial que hace las veces de la Embajada de Polonia, el cual fue refaccionado hace un par de años. Como parte de esos arreglos, el restaurante pasó de estar en el subsuelo del edificio a un nuevo local construido en el patio posterior. El cambio, por lo que vi en las fotos del local anterior, fue radical y, para mi gusto, muy positivo, aggiornándose al nuevo público palermitano que debe comenzar a frecuentarlo con mayor asiduidad (no era el caso ya que tirábamos el promedio considerablemente hacia abajo). En este nuevo salón distribuido en L y vidriado en todo su frente predominan los tonos rojizos y blancos con algunos detalles que sobresalen como el piano situado junto a la barra (los fines de semana hay show en vivo) y las distintas fotografías y cuadros traídos desde su Polonia natal por Antos Yaskowiak, alma mater del restaurante que, al saludo de “Buenas y Santas”, nos acompaña hasta nuestra mesa y se encargará de cada detalle durante toda la velada.
La carta presenta una variedad de opciones que no esperaba encontrar, con diversas opciones de entradas frías y calientes y principales que incluyen tanto pastas como opciones de carnes y pescados. Mientras disfrutábamos de los panes negros con miel y nueces untados con un queso cremoso saborizado con mostaza, terminamos de inclinarnos por los piegori (una especie de ravioles con forma de semicírculos) de queso y papa con goulash y las costillas de cerdo  a la frambuesa con papas noissette. A pesar de que la carne del goulash estaba un tanto dura para mi gusto, los piegori estaban deliciosos sin exceso de aceite (quienes hayan probado los varénikes de Il Gran Caruso sabrán de qué les estoy hablando). Las costillas de cerdo estaban cortadas bien gruesas, como a mí me gusta para evitar que la carne no se seque, y la salsa de frambuesas se notaba que era casera sin ningún aditivo. Un manjar como pocas veces he probado. No habiendo quedado lo suficientemente pipones, y para seguir en la tónica de los frutos rojos, pedimos de postre un tarta de queso con pasas de uva (de tamaño más que generoso) con charlotte de frambuesas.  A pesar de que la “charlotte” era la misma salsa que acompañaba las costillas de cerdo, la combinación con el queso era excelente.
La carta de vinos queda un poco corta para la variedad de opciones que presenta la carta, aunque en un rango de precios razonable. Para acompañar la cena pedimos un Alta Vista Premium de 375 cc a $50 (la botella de 750 cc estaba $75).
La Casa Polaca resultó ser una grata sorpresa a $115 por persona (vale la pena aprovechar el 20% de descuento con Club La Nación) a la cual seguramente volveremos para seguir honrando las habilidades culinarias de mis antepasados.

La Casa Polaca
Jorge Luis Borges 2076
Teléfono: (011) 4899-0514

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